miércoles, 29 de abril de 2009

Hurt



Una canción, una historia. Una bella canción, una bella historia. La canción se llama 'Hurt' y los primeros que la grabaron fueron los del grupo Nine Inch Nails, que además son sus autores. Después, Johnny Cash hizo una versión. Insólitamente desnuda, apenas acompañado por su guitarra. Estaba ya muy enfermo, casi al borde de la muerte, y al ponerle su voz desgarrada y rota, pero aún sobrecogedora, la convirtió en su testamento. Una especie de balance de su vida que muy bien podría ser el de la vida de todos nosotros. Mirad (y estremeceos):





Los de Nine Inch Nails, cuando oyeron la versión del maestro, renunciaron a la canción. Declararon solemnemente que, en adelante, 'Hurt' era una canción de Johnny Cash. Y uno está de acuerdo con ellos, pero no dejan de merecer, por la gallardía del gesto, que conozcáis la suya. Hela aquí:





En fin. Qué poderosa es la música, cuando quien la hace sabe.

lunes, 27 de abril de 2009

Amicitia




Amicitia en latín tanto quiere decir en romance como amistad, y amistad, según dijo Aristóteles, es una virtud que es muy buena en sí y provechosa a la vida de los hombres; y tiene lugar propiamente cuando aquel que ama es amado del otro a quien ama, pues de otra manera no sería amistad verdadera; y por ello dijo que diferencia grande hay entre amistad y amor y bienquerencia y concordia, pues puede hombre tener amor a la cosa y no tener amistad con ella, así como pasa con los enamorados, que aman a veces a mujeres que los quieren mal.

Alfonso X,  Las Siete Partidas


Lo que veis más arriba son las tumbas de John Keats y Joseph Severn en el Cimitero Accatolico de Roma, en una foto tomada esta misma primavera. Severn era el amigo de Keats que lo acompañó en su lecho de muerte y recogió su última voluntad. Muchos años después, fue enterrado junto a él. Lo que era de todo punto justo y necesario. Entre ambos, la pequeña tumba de Arthur Severn, el hijo de Joseph muerto con apenas un año de edad.

Gracias al amor de Joseph Severn por su amigo John Keats, existe el más hermoso epitafio que jamás nadie haya puesto sobre tumba alguna. Ahí va una foto de detalle:



Como quizá no se vea muy bien, transcribo el texto:


This Grave

contains all that was Mortal

of a

YOUNG ENGLISH POET,

Who,

on his Death Bed,

in the Bitterness of his Heart,

at the Malicious Power of his Enemies,

Desired

these Words to be engraven on his Tomb Stone:

Here lies One

Whose Name was writ in Water

Feb 24th 1821


(En castellano:  "Esta tumba / contiene todo cuanto era mortal / de un / JOVEN POETA INGLÉS, / quien, / en su lecho de muerte, / en la amargura de su corazón, / a merced de sus enemigos, / quiso / que se grabaran en su lápida estas palabras: / Aquí yace Uno / cuyo Nombre estaba escrito en el Agua. / 24 de febrero de 1821").

Después de esto, no merece la pena perder tiempo en pensar un epitafio para uno mismo. Y a uno debería avergonzarle pedir o permitir que se pusiera su nombre sobre piedra alguna. El nombre de Keats sólo está en un relieve colgado en un rincón del cementerio:



Pero estas líneas son, sobre todo, para recordar a Joseph Severn:

 


El Amigo. Con mayúsculas.


domingo, 26 de abril de 2009

Belgrado (y 3). Pío, pío, quién ha sido...




Hay una cosa respecto de Belgrado… La mayoría de la gente lo ha olvidado. Allá por 1999, no hace tanto, la bombardearon los aviones de la OTAN. La orden la dio un español, Javier Solana, y algunos de los cazabombarderos eran F-18 españoles. Los serbios eran malos, había que castigarlos. Oprimían a los kosovares, y tenían de jefe a un supervillano llamado Slobodan Milosevic. En fin, luego todo eso acabó con un Kosovo independiente que España se ha negado a reconocer. Y con un Milosevic que murió preso, antes de ser sentenciado. A lo mejor las cosas no eran tan claras, o podían haberse enfocado de otra forma. Cuántos tiranos siguen ahí sin que se les bombardee (o se bombardee, más bien, a los que han de soportarlos). A cuántos, en el pasado, se les ha dado tiempo para consumirse y dejar que la gente del país se reorganice por sí misma. En fin, me viene a la memoria un señor bajito, gallego. Dejémoslo.

Tras las noches de bombardeo, según me cuenta mi anfitrión español en Belgrado, Juan, los belgradenses se encontraban ojerosos en el supermercado, donde por cierto no sobraba la comida. Todos se quejaban de que no habían podido dormir. Juan, que notaba en las quejas un ligero tono de reproche hacia él, por su condición de español, les respondía: “Por lo menos a vosotros os bombardean gratis. Yo estoy pagando con mis impuestos las bombas que me tiran encima y los aviones que no me dejan dormir…” Así consiguió (providencialmente) llegar a darles lástima y hacerse perdonar, dice.

Los pepinos iban bien apuntados. Así quedó el cuartel general del ejército serbio, en el centro de Belgrado:


 

No lo han podido o querido reconstruir. La foto no es muy allá, mis disculpas. De nuevo con el teléfono y al paso desde un coche.

Ellos siguen dolidos. Cada tanto tiempo apedrean los McDonald’s (luego se les pasa, y los abarrotan, porque les encantan). Y en su trato conmigo, todo cordialidad, ni sombra de rencor hacia España. Tengo que reconocer que saben ser generosos. Les pido perdón, en la parte que me toca. Yo también pagué los aviones y las bombas con mis impuestos.

viernes, 24 de abril de 2009

Belgrado (2). La nuit.




Por la noche, no pude evitarlo, me di un largo paseo por Belgrado. Solo. Hay algo que me seduce mucho de encontrarse a solas con una ciudad. Es una suerte de aventura amorosa. Y las ciudades, en general, son apuestas más seguras que las mujeres (o los hombres, para quienes los prefieran a efectos de amores). Ninguna te será nunca desleal. Con ninguna reñirás, si tú no quieres. Y aún si riñes, siempre estarán ahí, con los brazos abiertos. 



Tomé fotos. De nuevo son del Nokia, que de noche va aún más corto. Pero no tenía otra cosa.

 


Mi camino tenía una meta, la cúpula iluminada de la gran iglesia de San Sava, visible a gran distancia. Desde que la divisé en la noche, me dije: tengo que llegar ahí. Y llegué. Y había esto:



San Sava era rey. Un día lo dejó todo para hacerse monje. Su gesto le valió la santidad y el amor inextinguible de los serbios, que lo recuerdan con este templo, aún en construcción (dato curioso: en el mismo lugar donde en 1595 los turcos quemaron los huesos del santo, para que el fuego lo viera toda la ciudad). Aspiran a que sea el más grande y suntuoso de todos los templos ortodoxos. Lo están llenando de mosaicos en los que el amarillo han de aportarlo láminas de oro. Así que aún les llevará tiempo, y una pasta. Curiosa manera de recordar al asceta. Pero la naturaleza humana es así. Pura paradoja.

jueves, 16 de abril de 2009

Belgrado, primavera.




A veces, un lugar te sorprende por la espalda. Sucede cuando menos lo esperas, donde menos pensabas dejarte sorprender. Por alguna estúpida razón, había imaginado que Belgrado era una ciudad más de la mitad oriental de Europa. Después de conocer Viena, Praga, Budapest, Varsovia… Bueno, pues seamos sinceros, que no esperaba gran cosa de Belgrado, nada que ya no hubiera visto, hasta cierto punto. Así que me merezco lo que me ha pasado. Me ha subyugado, literalmente.



En primer lugar, dónde está la ciudad, en la confluencia entre el Sava y el Danubio, dos ríos impresionantes (sobre todo, para quien vive en un país de ríos de chichinabo) cuyas verdes riberas llenas de bosques se abrazan con los edificios de la ciudad en una envidiable combinación. En segundo lugar, un tiempo cálido y apacible, que invitaba a pasear y a sentarse por doquier. Y en tercer lugar, los belgradenses y las belgradenses (y aquí sí tiene sentido la distinción, mojigaterías no-sexistas aparte; como dice mi amigo Rafael Reig, no digo más). 



Gente dada a la calle, al caminar, al sol, a las terrazas. Gente que va sin prisa, que ríe con sorprendente frecuencia (¿quién dijo que los eslavos no eran afables?). Gente, en fin, que disfruta ostensiblemente de la vida.

 


No hay grandes atracciones arquitectónicas. Mejor: cuando uno lleva unas cuantas decenas de países y de miles de kilómetros, los monumentos obligatorios son una lata. Lo hermoso, venturosamente, es la ciudad misma. La gran arteria peatonal, Knez Mihailova, llena de gente que va y viene a todas horas. El maravilloso parque Kalemegdan, un remanso de paz verde encaramado a la colina de la antigua fortaleza de Belgrado, dominando la fastuosa unión de los dos inmensos ríos. 



Y todo tan lleno de luz, el aire tibio, el sol tan gratificante. Mis amables anfitrionas serbias, Bojana y Aleksandra, me advierten que he tenido suerte, que días atrás hacia frío, que en invierno llueve mucho y hay mucha niebla, y en verano hace demasiado calor, con la humedad de los ríos. Bueno, pues sí, será que he tenido suerte, que la fortuna ha dispuesto para mi encuentro con Belgrado el momento justo. También eso ha de significar algo. Estoy seguro de que voy a volver. No sé si las fotos hacen justicia. Sólo llevaba mi Nokia E71 para captarlas. Cumple noblemente, pero es un teléfono, no una cámara de fotos… Abrazos serbios a todos. Creo que pondré algo más sobre Belgrado. Me va a costar evitarlo.

lunes, 13 de abril de 2009

Marrakech. El color.




Prometí dar cuenta de los últimos viajes. El de hace poco más de un mes fue a Marruecos, donde tuve ocasión de conocer el recientemente inaugurado centro del Instituto Cervantes y a su pequeño pero entusiasta equipo a las órdenes de mi vieja amiga Lola López Enamorado. Se van a comer la ciudad, como les dejen (y aunque no les dejen). Por mi parte, debo agradecerles una emocionante lectura con adolescentes marroquíes de uno de mis torpes relatos, Un ingeniero para Jalima. El que quiera comprender mejor en qué sentido fue emocionante, puede encontrar el relato aquí.

No voy a añadir a estas alturas muchas explicaciones sobre por qué me gusta Marruecos. le dediqué un libro entero, Del Rif al Yebala, ya lo cuento por extenso allí. Sólo daré una razón más: el color. Frente a un mundo que se vuelve cada vez más uniforme y gris, ellos conservan el color y la diversidad. La imagen que abre esta entrada creo que resume bien lo que digo.

Y la que la cierra me gusta sin más. El niño está en el palacio Badi, antaño esplendorosa residencia de un poderoso sultán y hoy una no menos magnífica ruina.



lunes, 6 de abril de 2009

Abril en el Botánico





Llegó abril a Madrid y estallan los tulipanes del Jardín Botánico. Recuerdo los tiempos en que yo vivía todo el tiempo aquí, y en particular aquellos lejanos años de irresponsabilidad, cuando podía escaparme a leer en alguno de sus bancos. Era mi rito de celebración de la primavera. De entonces a ahora las cosas han cambiado mucho, pero al reencontrarme con el leal jardín me sigo sintiendo como en casa. Siempre me pareció ideal para disfrutar de la soledad, esa soledad entre la multitud que me permito representar en esta foto:




Ahora, que llego con compañía (y una compañía que entonces ni tenía ni imaginaba, además) me sigue pareciendo un lugar reconfortante. Pongamos que mi sensación de ahora la representa esta otra foto (nótese lo que hay bajo los tulipanes):




Bueno es que pase el tiempo y cambien las cosas, si seguimos reconociéndonos (pero más curtidos y más completos) en nosotros mismos. Feliz primavera.  

jueves, 2 de abril de 2009

vidas.zip

Hoy he comenzado un nuevo proyecto, en colaboración con los amigos de elmundo.es. Lo hemos llamado vidas.zip y es un intento de dar cuenta de la realidad de nuestro mundo y nuestro tiempo, proyectando una mirada literaria sobre las vidas de quienes que se ven envueltos en los acontecimientos que se convierten (o no) en noticia. Personas preferiblemente anónimas que en la ficción conquistan un nombre, pero sin excluir, llegado el caso, a aquellos cuyos nombres trascienden. Trato de apresar en pequeñas piezas narrativas esos momentos que condensan una vida, o esas vidas que condensan un momento. Saldrá todos los jueves, mientras las fuerzas, la inspiración y el favor del lector acompañen. Materia prima ya sé que no me va a faltar.

Hemos decidido arrancar fuerte. La imagen de abajo es el punto de partida de la primera pieza. Si queréis saber más, seguid el enlace.


Emprendo la aventura con la vocación de mantenerla como una obra en marcha, una especie de mosaico narrativo en construcción. Ya veremos lo que el tiempo va sumando y, llegado el momento, habrá que hacer examen de conciencia. Si queréis acompañarme, estáis invitados.