miércoles, 27 de febrero de 2013

El hombre que destruía las ilusiones de los niños



El pasado día 15 salía a la venta en ebook el que por ahora es mi último libro publicado: se llama El hombre que destruía las ilusiones de los niños, y es una recopilación de relatos de corte apocalíptico, en el más amplio y genuino sentido (el de revelación). Contiene 21 cuentos escritos a lo largo de los últimos 24 años, que ven la luz gracias a Ediciones Tagus y dentro de su muy interesante apuesta por los libros en formato electrónico.




En algunos medios se lo presentó como un libro de relatos de juventud... No es exactamente así. Hay, es cierto, cuatro relatos que datan de finales de los 80 y principios de los 90, y por tanto de mis primeros afanes como narrador. Decidí incluirlos porque contienen los primeros esbozos de la idea que vertebra el libro, y que así como quien no quiere la cosa ha ido inspirándome narraciones de tono diverso a lo largo de estas dos décadas. Esta idea puedo resumirla más o menos así: hay momentos en la vida en que una verdad oscura se nos revela; y aunque a primera vista ese descubrimiento nos parezca incómodo, o adverso, o incluso terrible, en esa conciencia de la oscuridad que arrastrábamos sin saberlo encontramos una luz que ilumina nuestra percepción de las cosas y, en algún caso, nos hace mejores.

En la colección hay relatos alegóricos, policiales, humorísticos, de ciencia-ficción. Incluso alguna que otra historia de amor.

Como muestra, un trozo de uno de los relatos que es ejemplo a la vez criminal y de humor negro, Lo que tiene ser buena persona:


De modo que la maté. No lo he negado nunca y no lo voy a hacer ahora. La maté con pleno conocimiento, y con un convencimiento no menos pleno también. Sé que infringí la ley, pero hice lo que juzgué que era mejor ante mi conciencia. Y de la mejor manera posible, además. Es probable que sintiera algo cuando le descargué en la nuca la corriente de 15 000 voltios, pero en todo caso debió de ser una sensación muy breve. Y estaba completamente inconsciente cuando le seccioné la yugular. La vida se le derramó sobre las baldosas plácida y suavemente. No creo que ella, de haber sido la situación inversa, se hubiera tomado tantas molestias para paliar mi sufrimiento. Hay algo más que me gustaría decir. La acusación me pide una indemnización en concepto de responsabilidad civil, por los daños morales derivados del delito. Así como acepto la prisión, rechazo enérgicamente este concepto. Les he librado de ella. No debería cobrárseme nada por ello. Soy yo el que debería cobrarles, pero se lo perdono. Es lo que tiene ser buena persona.

Y para compensar, un fragmento de uno de los relatos amorosos, Habitación 311:


Al recordarla así, deshaciendo el recogido de su pelo, esta noche que estoy solo y entre estas paredes, siento una punzada de nostalgia. En realidad sólo cuenta eso, esos instantes, sucedan donde sucedan, en que alguien se suelta el pelo para ti, y ya hace tiempo que no recibo ese regalo. Recapitulando todo, veo que ella tenía razón. E imagino los matrimonios que en esta habitación habrán empezado y concluido, los niños engendrados, las pasiones desatadas y consumidas, los hombres que se habrán hecho y acabado sobre esa cama grande que me espera muda. Pero, sobre todo, la recuerdo a ella. Recuerdo aquella noche, aquella piel, aquella voz en sus susurros y en sus gritos, aquella risa, aquellas lágrimas con las que ungí mis labios. Hace años que ella cumplió su plan, y esta noche su cuerpo ya no duerme en ninguna habitación de hotel de ninguna ciudad del mundo. Por eso, esta noche, para conmemorarla, quise que el mío reposara aquí. En la habitación 311. Donde una vez mi vida fue mía.


Espero que lo disfrutéis. Lo podéis comprar aquí. Sólo son 4,99 eurillos y no lleva DRM. Sigo haciendo lo que puedo, por encontrar el equilibrio entre facilitar la cultura en condiciones asequibles ( y respetuosas para el consumidor) y tratar de hacer de la escritura una forma digna de ganarse la vida.

Abrazos.