jueves, 27 de febrero de 2014

De Orson a Jordi







Jordi Évole es un periodista inteligente y audaz que, guste más o guste menos su peculiar estilo, ha conquistado, por la singularidad y el calado de su trabajo periodístico, un merecido prestigio. Confieso que cuando lo conocí, no por la tele, que veo de forma negligente y bastante poco devota, sino en un acto público en el que irrumpió con aquella personalidad anterior que se hacía llamar el Follonero, su performance me pareció una mezcla de mala educación y chistosidad banal, pero también he de reconocer que su trayectoria posterior en Salvados, con hitos tan considerables como la reapertura de la investigación del trágico y vergonzante accidente ferroviario de Valencia, me ha permitido borrar aquella primera y superficial impresión. No diré que me convenza plenamente su enfoque de los asuntos (a veces sometido a un esquematismo que casa mal con casos y cosas complejos, aunque sea ideal para denunciar según qué tropelías patrias); lo que digo es que en su caso prestigio y audiencia se combinan, y alcanzan más que fundadamente cotas sin duda envidiadas por quienes no llegan ahí.

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domingo, 2 de febrero de 2014

Rickshaws de Calcuta





Son vehículos de tracción humana. Bajo la presión de algunas oenegés, el gobierno indio quiso prohibirlos y de hecho lo hizo, pero los conductores de rickshaw de Calcuta alegaron que no tienen otro medio para subsistir y se les sigue tolerando. Muchos de ellos van descalzos, corriendo entre el tráfico del casco antiguo de la ciudad, en condiciones inverosímiles.





Hay que apuntar aquí que los conductores de Calcuta, sea cual sea el vehículo que lleven, desde una bici a un autobús, aprovechan hasta el último centímetro cuadrado de calzada, regateándose los unos a los otros, invadiendo el carril contrario (bueno, apenas hay delimitación de carriles, propiamente dicha) y cruzándose todo el tiempo. Sólo así consigue funcionar la ciudad. He visto a un conductor de rickshaw, cargado, pasar entre un autobús y una furgoneta (o quizá habría que decir siendo rebasado a la vez por un autobús y una furgoneta) sin que sobrara mucho más de un centímetro a derecha e izquierda.





No vi ni un solo accidente, todo hay que decirlo, y tan sólo una pelea entre conductores.





A los conductores se los ve a menudo sentados en su rickshaw, donde muchos de ellos duermen, curándose los pies. Y todo para ganar al mes no más de 5.000 rupias, apenas 60 euros.




Hice fotos de todos los que pude. Algunas no tienen mucha calidad, están hechas al paso y en movimiento, también el fotógrafo. Pero he querido recopilarlas aquí, en los encuadres que el azar y mi puntería decidieron, sin retocar. Sus escorzos son un hermoso ( a la par que triste, amargo e injusto) espectáculo de la condición humana. Dejo que hablen sólo las imágenes.







Escribo esto ya en Delhi, aún con la impresión en la retina de la grandiosa Puerta de la India, en el distrito gubernamental, que anoche se veía fantasmagórica entre la niebla. Es todo un contraste, pero cierro con ella. Abrazos.