jueves, 2 de julio de 2009

Elegy






El otro día, de pronto, me acordé de una música. Hacía muchos años que no la oía, que ni siquiera pensaba en ella. Pero durante una época, allá por mi adolescencia, la escuchaba casi a todas horas. La puse muchas veces, y acompañó por igual los sueños y los reveses de aquel muchacho que era yo y al que por tanto me abstendré de calificar. Es una canción (o no, porque se trata de una pieza instrumental que no canta nadie) sobre lo perdido, y quizá por ello estuvo más presente en mis añoranzas que en mis éxtasis. Pero ahora he descubierto algo. Por aquel entonces era muy poco lo que yo había perdido, y la emoción que sentía al escucharla era, en realidad, un presentimiento. El de aquel día que llegaría en el que serían más, y más significativos, los quebrantos, las decepciones y las ausencias. En el que sí que sumaría en mi cuenta pérdidas de las que importan y afectan a las personas. 

Cuando la he recuperado, ahora, ya es el día. He perdido cosas que me importaban. Ya no está mi abuela, por ejemplo, ya no tengo la inocencia confiada de otra época, ni otras ingenuidades que sería fatigoso y acaso improcedente detallar. Unas las perdí, otras me las quitaron.

Pero conservo las suficientes como para conmoverme al oír esta música. Y al hacerlo mi memoria me devuelve todo aquello que se fue, y a todo rindo el debido homenaje. Pero distingo entre lo que dejó huella, y lo que quedó en nada. El tiempo decanta, fija el peso de las cosas. Y también, es crudo decirlo, el de las personas.

Me conmueve, pero, contra lo que creía cuando era más joven, no me entristece. Quizá porque he sabido ganar algunas cosas mientras perdía las otras. Y porque creo en el presente, y en la fuerza que para él te da lo que ya no tienes, pero tuviste, y te hizo lo que eres, siempre que aceptes que es parte de la humana condición irse dejando a uno mismo por el camino.

No lo he dicho, algunos lo sabrán. La canción es Elegy, del grupo británico Jethro Tull, dirigido por el fabuloso e incombustible (sigue dando guerra) juglar escocés Ian Anderson. Un hatajo de genios que ponen en ridículo a algunos de los que hoy se dicen, y se creen, estrellas del pop.
 
He puesto arriba el vídeo en directo por el detalle de Ian recordando al compositor de la pieza, David Palmer, ya fuera del grupo en la fecha de ese concierto (y que tampoco existe ya como hombre; se sometió a una operación de cambio de sexo en 2004 y ahora es una mujer, Dee Palmer). Quien quiera oír la grabación de estudio, pinche abajo:



Salud. Y no tengáis miedo de perder, que eso somos, y así, paradójicamente, también nos vamos ganando.

A los daneses les gusta




O eso dice la reseña de "El alquimista impaciente" en la revista Litteratursiden.dk. Para los afortunados que puedan leer el idioma, la crítica está aquí.

Los demás podéis echaros unas risas con el traductor danés-español de Google. Haced la prueba, basta con meter el título en el buscador y cuando salga esa página, pedidle traducir.

Y más risas con Bevilacqua en idiomas extraños en este video:


 

Juro que no sé quien lo hizo ni por qué. Pero ahí está. Para quienes no lo sepan, Tödlicher Strand es el título de la traducción alemana de El lejano país de los estanques.