domingo, 23 de octubre de 2011

Alguien voló sobre el nido del cuervo (blanco)





Acabó Getafe Negro 2011. Han sido 10 días agotadores pero muy estimulantes.

Me sería difícil destacar alguno de los actos del programa, si hubiera de hacerlo por el interés y el contenido. Todos los que han venido nos han aportado su talento, y cada uno en su estilo y sobre lo suyo nos han permitido descubrir cosas que desconocíamos.

Voy a mencionar cuatro momentos, por razones estrictamente caprichosas y personales.




1. El miércoles 19, cuando pudimos escuchar en el Teatro Federico García Lorca el recital de Mauro Maur, primer trompeta de la ópera de Roma, que acompañado por la pianista Françoise de Clossey (una intérprete a su nivel, esto es, al máximo) tocó, entre otras, piezas de Nino Rota y Ennio Morricone. La pianista logró que el tipo descreído y resabiado que escribe estas líneas se le saltaran las lágrimas cuando atacó, en solitario, esta melodía:




2. El jueves 20, cuando apenas 15 personas, mayoritariamente hombres, asistimos al debate sobre violencia de género entre José María Gómez-Villora (juez de violencia sobre la mujer de Valencia), Miguel Lorente (Delegado del Gobierno contra la Violencia de Género), Inés París (reputada cineasta) y Araceli Santalla (ex maltratada y autora del libro El machismo no es el problema). Confieso que me decepcionó tan baja asistencia a una mesa de tan altísimo interés, que los ponentes, moderados por Carme Chaparro, prolongaron durante dos horas en las que quienes los escuchábamos pensamos sobre todas esas cosas que normalmente dejamos pasar entre tópicos y frases hechas, y que tanto nos conciernen. No sé si fracasamos a la hora de comunicar el acto, si fue la hora (había fútbol, creo, no lo sé ni me importa) o si, y me dolería mucho, sucedió que mi ciudad, donde hay no pocas mujeres maltratadas, y una Casa de la Mujer que me consta que estaba avisada, no estuvo a la altura de lo que se le ofrecía.


3. El viernes 21, cuando escuchamos al jovencísimo Patrick Hennessey (apenas 29 años, y hace cuatro fue el capitán más joven del ejército británico) contarnos sus experiencias de la guerra de Afganistán. Conmovedor su retrato del ex combatiente que regresa a casa de un conflicto que el grueso de sus compatriotas no han compartido (a diferencia de lo que ocurría con los que volvían, por ejemplo, de la Segunda Guerra Mundial): "Ese hombre que bebe solo en la barra del bar donde nadie le comprende". O su reflexión para la generación de sus mayores: "Nosotros hemos conocido el combate y el horror de los que ellos se vieron exentos".


4. El sábado 22, cuando pudimos disfrutar de la inteligencia de dos grandes escritores, el napolitano Maurizio de Giovanni y el suizo de Belinzona, en el Ticino, Andrea Fazioli. Los dos igualmente ingeniosos, emotivos y profundos. Qué placer escucharlos en su italiano pausado y diverso, pero tan asequible que casi no hacían falta las intérpretes.


En fin, y a partir de hoy, a por el de 2012. Yo me pongo otra vez a Morricone. Françoise me dijo que ha grabado recientemente su versión para piano y que pronto estará a la venta. No dejéis de escucharla, cuando salga. Lloraréis también, salvo que vayáis por ahí sin corazón... Como aperitivo, aquí va un vídeo que alguien le grabó en una actuación en Italia.



Abrazos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Getafe Negro 2011





Ya estamos en marcha. Getafe Negro 2011, con Italia y Suiza (a través del cantón italoparlante del Ticino) como países invitados. Arrancamos el viernes 14 con una inauguración de lujo, el inteligente y elegante escritor y magistrado (y ahora senador) Gianrico Carofiglio.




No voy a hacer la crónica porque la ha hecho (estupendamente, como siempre) la amiga Alice Silver. La foto de arriba también es suya.




Y el domingo 16 entregamos a David C. Hall, como autor de Barcelona Skyline, su Premio Ciudad de Getafe de Novela Negra, y a Victoria González, hija de Francisco González Ledesma, su Premio José Luis Sampedro, a toda una trayectoria de escritura y humanismo.





Son días de mucha tarea, así que no me extiendo más. Os dejo el programa.

Hasta el día 23, en Getafe. Disfrutadlo, si podéis (y queréis).

Abrazos.

sábado, 8 de octubre de 2011

Isla Negra (donde el poeta)





Espléndida mañana en la casa de Neruda de Isla Negra, a donde se ha trasladado hoy el festival Santiago Negro (que me honro en comisariar junto al escritor chileno Ramón Díaz Eterovic, con el apoyo e impulso de Hortensia Campanella, Francisca Rivera y todo su equipo desde el Centro Cultural de España en Santiago de Chile).




Los autores Roberto Ampuero (Chile), Claudia Piñeiro (Argentina) y Ángel de la Calle (España) han construido un hermoso y enriquecedor diálogo sobre las relaciones entre palabra e imagen, literatura y cómic (y cine). Cuando uno organiza algo así y lo ve fluir y hasta qué punto puede resultar fecunda y grata la experiencia, se convence de lo importante que es propiciar espacios donde la gente que tiene que decir diga y donde la gente dispuesta a escuchar escuche. Y uno piensa en todos los que viven ayunos de este alimento para el espíritu, y en todos los que maniobran para que sólo consuman y demanden subproductos. Es reconfortante estar en esta batalla por extender el conocimiento y la sensibilidad (en el caso de Santiago Negro, festival iberoamericano, de orilla a orilla) pese a todos los escollos, escaseces presupuestarias y demás molinos de viento que se oponen en el camino de la gestión cultural.




Gracias a estos amigos y al público chileno, iré para Getafe, donde tenemos el Getafe Negro del 14 al 23 (programa, aquí) con las pilas bien recargadas. Y además, estoy seguro de que al poeta le habría gustado escuchar lo que se dijo esta mañana. Era ávido lector de novelas policiacas.

Abrazos.


viernes, 7 de octubre de 2011

Por qué escribo





Hay muchas razones, pero ésta es de las buenas. Escribo porque de pronto, con un libro en el que uno se arriesga, un libro que seguramente no será de los más vendidos, pero en el que uno ha puesto un trozo del corazón y ha apostado fuerte y fuera del camino trillado, vas y te encuentras un lector como el que sabe ser Tino Pertierra en la reseña sobre Niños feroces que acaba de aparecer en la revista Mercurio (número de octubre, cuya portada abre esta entrada). Me limito a transcribirla:


IMPLACABLE CAZADOR DE PALABRAS

Lorenzo Silva se va a la guerra. Campo de batalla: las palabras y las historias que parecen ficción pero no lo son. Niños feroces apunta alto y apunta bien. Novela que hurga en las heridas incurables del horror, y ensayo disimulado (o no) sobre el oficio de escribir. Describir con páginas acribilladas por el rigor y la pasión por narrar. No hay humano completo sin la noción del horror: textual. Y la literatura (oral, coral y valientemente moral) sirve, entre otras cosas, como vendaje: llamar las cosas por su nombre es un alivio. Como si de una muñeca rusa se tratara, la novela da voz a un hombre que habla a través de otro hombre que habla a través de un adolescente que habla a través de un niño. Juegos de arte y oficio: reescritura de vidas truncadas a través de la imaginación. Imagina la historia para contar la verdad. Y desterrar las mentiras de la Historia. Silva se pertrecha con armamento de primera calidad: todos esos escritores que viajaron al corazón de las tinieblas. El pánico. El frío en la nuca. Lección de vida: lección para cualquier escritor que no quiera ser derrotado por la vanidad. Niños feroces está anclada en el presente (ese presente de botellones y feisbuks, de torrentes y youtubes, de petardas y ronaldos). Y a partir de ahí, desde la sensación de extranjero carcomido por la nostalgia del veinteañero Lázaro, se enlaza con el pasado para mostrar un episodio poco conocido: los españoles que combatieron con las SS después de que Franco le diera la patada a Hitler, y que terminarían defendiendo Berlín junto a los niños alemanes. Feroces niños. El contador de historias del presente encuentra la inspiración y la transpiración en un soldado del ayer. El arte de la guerra, el arte de la escritura: se necesita puntería, coraje y lucha. El escritor de la novela es, al principio, un hombre sin atributos literarios porque lo que escribe le suena a falso. A fraude. Y a los pocos folios se queda sin munición. Cuando el destino le pone en contacto con un Lázaro que ejerce de maestro, las brumas empiezan a clarear. Lázaro, el joven, es víctima de uno de los males de nuestro tiempo: “todo a sorbitos”. Un relato fragmentario de la realidad. Y Lázaro, el mayor, entrega al discípulo una historia en la que tener fe. “Las historias no se le ocurren a uno. Se encuentran”.

Encontrada la historia, y siguiendo los consejos sabios del maestro (sed concretos, la abstracción es la madre de todos los coñazos, no tienes que gustar al lector, tienes que perturbarlo), el narrador/ guerrero se lanza a la pelea con un compromiso: contar la historia completa. Sin traicionarla. Y Silva lo acompaña siguiendo los consejos de guerra (real y literaria) que acoge la novela, por cuyas páginas fluye la actualidad más incandescente: la muerte de Sabato, el derribo de las Torres Gemelas… El hoy que escupen los teletipos se enlaza con el ayer de las carnicerías en la Segunda Guerra Mundial. “No dejes nunca de disfrutar del placer de tener un deber”. Silva sigue a rajatabla ese consejo y disfruta del placer de escribir sin palabras de fogueo. Sus Niños feroces son las víctimas de un holocausto de ayer y hoy, viejos villanos por nuevos villanos, reflexiones a pie de calle de lo que está sucediendo, muchas dudas y muchas preguntas con las que alimentar esa inmensa, sobrecogedora y devastadora conversación que es Niños feroces: la grandeza, que diría Walter Benjamin y que recuerda Lázaro y que cuenta Silva, es el eterno silencio que sobreviene tras haber conversado, y eso es lo que el autor alcanza con su obra más compleja y completa, con su obra más arriesgada y combativa, cuerpo a cuerpo y bien calada la bayoneta.



Claro que me gusta que sea favorable. Pero me gusta mucho más que esté tan hermosamente escrita. Creo que nunca (y llevo 16 años publicando) me habían hecho una reseña tan bella.

Abrazos