martes, 20 de enero de 2009

¿Un símbolo?




La imagen es de hace unos días. A Obama se le cae la Blackberry, ese cacharrito con el que hasta ahora mantenía su contacto directo con el mundo, y se apodera de ella el guardaespaldas del servicio secreto que ya lo escolta/vigila. Dicen que una vez que Barack entre en la Casa Blanca ya no podrá usar su juguete, porque las comunicaciones del presidente tienen un protocolo de seguridad y confidencialidad que lo impide. Dicen que él se empeña en conservarla, al menos para las comunicaciones privadas y personalísimas. Hoy es el día. ¿Funcionará a partir de mañana la Blackberry de Obama? That is the question. Felicidades, nuevo líder de todos elegido sólo por unos pocos.

sábado, 17 de enero de 2009

Desierto





No sé por qué hoy me apetecía recordar esto. Es una entrada de diccionario que escribí hace tiempo. Un encargo. A veces los encargos te dan que pensar. Y eso es bueno.

Desiertom1. Lugar generalmente libre de presencias humanas casuales. 2. Espacio donde claman por lo común aquellos a quienes asisten la razón y la justicia. 3. Destino frecuente de aquellos a quienes la justicia o la razón dejan de asistir. 4. Paraje donde los zorros acreditan su astucia, los espejismos su belleza, las rosas su perennidad. 5. Retiro donde acaban viviendo, si es que alguna vez salieron de allí, los espíritus puros.

La imagen de arriba es de la playa de Sidi-Dris, en el Rif marroquí. Les dirá algo a los lectores de El nombre de los nuestros (espero). Quizá no sea el desierto según la idea convencional, pero allí no había nadie cuando fui. 



Seguramente la culpa de mi apego por el desierto la tiene el señor de la imagen que hay antes de estas líneas: Thomas Edward Lawrence. De él y de mi vínculo con él saben otros lectores, los de El cazador del desierto. Y de lo que es y hace el desierto, habla la imagen de abajo. La última que se conserva de Lawrence. Su cuerpo estaba para entonces lejos del desierto, pero su alma, como expresa su mirada, se había quedado allí. Es una de las fotografías de seres humanos más hermosas que conozco. Para vosotros.


 

sábado, 10 de enero de 2009

Nevó en Getafe




Y en toda la Comunidad de Madrid, causando un colapso espectacular. Está visto que aquí no estamos para imprevistos. Todo está cogido con alfileres, y cuando el traje se rompe, se pelean los sastres que lo han malcosido por trozos y el cliente se queda desnudo y perplejo. Aunque esto último, cada vez menos. Nos hemos instalado en el conflicto de incompetencias y así vamos tirando, estoicos. Hasta la próxima nevada.

¿Llegará el día en que los responsables de evitarnos estas situaciones muestren la misma energía y agilidad que el corredor de la foto inferior?


Es Pablo Silva, un pequeño gran tipo. Abrigaos, que sigue haciendo frío.

martes, 6 de enero de 2009

En este día tan monárquico...



Pues llevemos un poco la contraria. Hay motivos para recordar a Fermín Galán Rodríguez, como Roland von Hoesslin (ver post de ayer) otro militar impulsivo y suicida por la mejor de las causas, la libertad del pueblo y el fin de la tiranía. No se cumple respecto de este hombre ningún aniversario redondo (bueno, salvo que se considere como tal el nonagésimo de su nacimiento), pero hace poco acaba de publicarse su desconocida, hasta ahora inencontrable e interesantísima novela sobre la Legión, de la que, aunque a alguno pueda extrañarle, fue oficial y héroe distinguido (y laureado). Se llama La barbarie organizada y hasta ahora sólo había una edición, de nada menos que 1931. En ella no sólo relata las duras condiciones de vida de los legionarios de los primeros años del Tercio (los de la guerra marroquí), sino que también nos suministra algunas claves de por qué y cómo decidió hacerse revolucionario en el mismo escenario donde otros se hicieron golpistas. Consuela saber que siempre hay gente decente, hasta en el infierno. 

Como von Hoesslin, Fermín Galán pagó su rebelión con el juicio sumarísimo y la muerte, en este caso por fusilamiento. Honor y memoria a estos dos valerosos soldados de la libertad.

En fin, con lo dicho, se entendera por qué un servidor ha aceptado prologar este libro, en la edición que no menos valerosamente lanza la editorial Galland:






Y salud y República. Coño.

lunes, 5 de enero de 2009

Un suicida




En estos días se estrena la película sobre la fallida conspiración de los militares alemanes contra Hitler, en la que Tom Cruise interpreta a su cerebro, el coronel von Stauffenberg. Por si alguien quiere completar su información, aquí tiene la referencia de un libro que explora la biografía de uno de los jóvenes oficiales que se sumaron a la conjura. Roland von Hoesslin era un héroe de guerra condecorado con la Cruz de Hierro. Cuando comprendió que servía a las órdenes de un hatajo de criminales, creyó su deber moral sublevarse contra ellos, aun sabiendo que sus posibilidades de triunfar eran prácticamente nulas y que lo más probable era que acabara en el patíbulo.

Y así fue. Tras el fracaso de la intentona fue detenido, juzgado sumariamente y ahorcado. Su vida la reconstruyó su antiguo compañero de armas August von Kageneck en este formidable libro, que entre otros pasajes estremecedores incluye las cartas que el oficial escribió a su familia desde la prisión, es decir, casi desde el otro mundo. Textos de una hermosura y una hondura realmente infrecuentes. A un servidor le ha cabido el honor de prologar la edición española, que ha publicado Ariel.

domingo, 4 de enero de 2009

Casavella, in memoriam

Lo que sigue es un artículo inédito que escribí para el diario Público, y que no apareció porque mi colaboración con ese diario se encuentra en trance de redefinición. Si a alguien le interesa, espero poder dar noticias pronto al respecto. Yendo al artículo, no quería dejar de darlo a conocer. Y como se entenderá al leerlo, no quería dejar de hacerlo antes del 6 de enero.


Casavella, in memoriam


El próximo 6 de enero alguien ganará el Premio Nadal 2009. Es un acontecimiento puntual y esperable, desde el día de Reyes de 1944, cuando una joven y desconocida autora, Carmen Laforet, se llevó (contra pronóstico) la primera edición de este galardón literario, el más antiguo de los que se conceden en España. Lo que nadie podía esperar era que ese día el vigente ganador del premio, es decir, el autor que triunfó en la edición de 2008, ya no se encontraría entre nosotros. El hecho, insólito, va contra la lógica intrínseca del Nadal, que una y otra vez se ha distinguido por reconocer a escritores con una proyección futura que muchos han confirmado con el paso del tiempo. Y no pocos de ellos (Delibes, Matute, Ferlosio) por espacio de varias décadas.

Intensidad y hondura

No, Francisco Casavella, ganador del Premio Nadal 2008 con la novela Lo que sé de los vampiros, no tenía que habérsenos muerto así, tan de golpe, sin tiempo siquiera para ceder el testigo. Porque sólo tenía 45 años, porque atesoraba un enorme talento y un ingenio desbordante, y porque a todo ello sumaba una capacidad de trabajo y autoexigencia que nos permitía a sus lectores esperar en los años venideros una obra repleta de inteligencia, audacia y satisfacciones. No era, aunque hasta el Premio Nadal no se hubiera hecho visible ante el gran público, un recién llegado: llevaba casi dos décadas escribiendo y publicando libros tan originales como significativos, desde El triunfo (1990) hasta la trilogía El día del Watusi (2002-2003), en los que se acercaba con una intensidad y una hondura infrecuentes a esos olvidados de la literatura española que son los habitantes de los márgenes de la sociedad.

Un formidable lector

Además, Casavella era un formidable lector. Había leído todo lo que hay que leer y bastante más, y recuerdo pocos guías tan fiables para orientarse entre el alud de libros que inundan las mesas de novedades y entre el ingente patrimonio acumulado de los clásicos de la literatura. Y menos aún con su instinto para intuir cuántos y cuáles entre los primeros pasarían a contarse entre los segundos.

Nos queda releerle

Por todo lo dicho, y por muchas otras razones que no caben en esta columna, resulta muy difícil aceptar que todo lo que Casavella podía dar, como lector y escritor, quedó interrumpido el pasado 17 de diciembre. A los que lo seguíamos sólo nos quedará (y no es poco) releerle. A quienes no lo leyeron antes, les aguarda aún la emoción de descubrirle. Fue un escritor que supo contar con pulso firme su lugar y su tiempo. Gracias a él se recordará mejor quiénes fuimos; incluso nosotros mismos nos recordaremos mejor. No deberíamos olvidarle.


Hasta aquí el artículo. Y una recomendación para terminar: el estupendo y emocionante artículo que ha publicado Luisa Castro sobre Casavella en El País:

Lo que sé de Casavella, por Luisa Castro