sábado, 24 de septiembre de 2016

Los apuntes de Aloysius (y dos omisiones)



Mucho tiempo sin pasar por este blog. Lo que tiene estar en demasiados asuntos estimulantes al mismo tiempo (creo que nunca habían coincidido tantos proyectos de envergadura en mi cabeza) y tratar de atender como uno puede las múltiples obligaciones que se derivan de un oficio expuesto al público y que en definitiva se nutre de él.

Esta entrada tiene como finalidad principal dar cuenta de la aparición de un nuevo libro, que hace el cuarto de los publicados este año (o el quinto, si cuento la reedición revisada de La sustancia interior a la que hace referencia la entrada precedente). Es un libro peculiar, quizá no para mucha gente (si es que es para alguien), pero del que he de confesar que estoy satisfecho. Por la variedad de su contenido y por la sencilla y hermosa edición que de él ha hecho, con su equipo, Noemí Trujillo, alma editorial y pilar insustituible de Playa de Ákaba.




Los apuntes de Aloysius es el fruto de un trabajo casi marginal de seis años, los que estuve escribiendo quincenalmente en el suplemento universitario Campus del diario El Mundo. Son un puñado de reflexiones intempestivas, a menudo provocadoras o incluso irresponsables, sobre la universidad y sus aledaños: la educación, el conocimiento, la cultura.

El título encierra la advocación bajo la que se pusieron desde el principio aquellas meditaciones indocumentadas, que no era otra que la del entrañable Aloysius, el osito de peluche que llevaba a todas partes el incorregible Sebastian Flyte, uno de los dos protagonistas de Brideshead Revisited (la inolvidable novela de Evelyn Waugh y la para mí no menos inolvidable e iniciática teleserie de Charles Sturridge para Granada Television). Igual que Sebastian fingía hacerle de portavoz a su osito de peluche, que mostraba una y otra vez su desaprobación hacia el rígido y rancio ambiente universitario de Oxford, yo me parapeté tras él para ir pergeñando mis desbarros antiacadémicos.

Era una suerte de captatio benevolentiae, para alguien que no es docente universitario ni vive inmerso en ese mundo, aunque pasó por él y no ha dejado nunca de tener algún contacto con las aulas. También una forma de escribir con máxima libertad, y cuando uno escribe así, salen cosas sorprendentes, que fueron las que me animaron, al releer tiempo después aquellos artículos, a reunirlos en un libro.

Para muestra, este texto de 2005, titulado Desperdiciadores de maná:

Uno vuelve a preguntarse una y otra vez qué es lo que hace falta para que este país amodorrado despierte o, alternativamente, qué negra maldición pesa sobre él para que siempre desaproveche los ríos de oro que pasan por sus manos. Dilapidamos el de las Indias en el siglo XVII, y vamos a malgastar también el que nos vino con el boom del turismo, el boom inmobiliario y los fondos europeos, tres manás que van dando signos de agotamiento o directamente tocan a su fin. Uno ve por doquier obras faraónicas, las autovías surcadas por Mercedes y BMW, los restaurantes cada vez más llenos y las cabezas cada vez más vacías. Unos grifos van a cerrárnoslos, otros acabarán reduciendo su caudal, y deberíamos saber que el tren al que nos hemos acostumbrado sólo lo podremos mantener si creamos y desarrollamos el ingenio necesario para reinventarnos como país, como sociedad y como estructura productiva. Algo muy grave y muy concreto falla cuando pese a las quejas unánimes y los floridos discursos no terminamos de dar los pasos que necesitamos, o incluso damos rotundos pasos atrás. Si no entendemos que debemos reinvertir las ganancias en futuro, en vez de bebérnoslas, nos espera un duro desierto.

Creo que es una de las pocas veces que he ejercido de augur, y me sobrecoge la forma de clavar el pronóstico. Cierto es que no hacía más que recoger las ideas de un maestro como José Luis Sampedro, que por aquellos mismos días ya advertía de la catástrofe inminente, ante las risas unánimes de los gurús posmodernos que lo acusaban de chochear.

En fin, aseguro que el resto del libro es más desenfadado, y aunque no puedo tanto como asegurar que sea útil para nada ni para nadie, ahí está y, si a alguien le despierta curiosidad, tiene la ventaja de que es muy económico. Podéis encontrarlo en librerías escogidas y en la propia web de la editorial.




Aprovecho la entrada para subsanar un par de omisiones. Como muchos ya sabéis, acabó saliendo el 31 de mayo la octava novela (y noveno título) de la serie de Bevilacqua, Donde los escorpiones. La ventaja de escribir las cosas con tanto retraso es que puedo hacerlo sabiendo ya de su recorrido: tres meses y medio, hasta hoy mismo, en las listas de los más vendidos. A veces no sé cómo agradeceros que estéis ahí. Pero conste una vez más mi gratitud.

Y la segunda omisión es otra entrega, humilde, de un proyecto narrativo que me es muy querido y que camina ya hacia los ocho años de recorrido, el formado por las piezas que bajo el título de vidas.zip se publican semanalmente en elmundo.es. En este caso se trata de la séptima cosecha anual, que lleva en su título a la ciudad de Palmira porque fue a comienzos del periodo que abarca cuando cayó la ciudad en manos de los bárbaros y al final cuando éstos la perdieron, a manos de quienes me cuesta un poco no tildar de bárbaros también, pero que al menos dejaron de demolerla. Por ahora, y en espera de más adelante hacer una edición en papel, sólo está en ebook.




En lo que queda de año aún habrá otro par de novedades (una de ellas relacionada también, desde otro ángulo, con el proyecto vidas.zip) y unas cuantas a principios de 2017. Pero de todo ello ya iré hablando en su momento. Y no, no tengo ningún negro. Echo muchas horas escribiendo, me gusta, y cuando la vida me dejaba muy poco tiempo para ello aprendí a hacerlo de forma más o menos expeditiva. No hay otro secreto.

Abrazos.