La foto que veis está tomada en Estocolmo, hace unos días. Es la terraza del Södra Teatern, un lugar de encuentro (más apetecible en verano, para qué engañarnos) para la gente de la isla de Södermalm, el barrio meridional de la ciudad donde viven un tal Mikael Blomkvist y una tal Lisbeth Salander. Lo pongo en presente porque ése es el privilegio de los seres de ficción, no morir nunca. El escritor que los creó, Stieg Larsson, sí murió, como sabéis. Y la razón por la que fui a ese lugar y lo fotografié es que según su amigo Kurdo Baksi, a quien acudí a entrevistar a la capital sueca (el resultado lo publicaba El Mundo de hoy) era uno de sus bebederos favoritos. Allí acababan ambos bastantes noches. En la foto no hay nadie, para que podáis imaginarlo a él.
Sé que muchos le tienen tirria, algunos por el ultraje que les hace, después de muerto, vendiendo en un año más libros de los que ellos venderán en toda su vida, pero a mí el hombre ha llegado, como su ciudad, a resultarme entrañable. Me tomé una cerveza en el Södra a su salud, con su amigo Kurdo. Y luego vaciamos una botella de vino italiano, también a su salud, en el restaurante Vasa, en Norrstullsgatan, en la otra punta de la ciudad. Vedlo ahí:
En este restaurante se conocieron ambos. Y puedo asegurar que charlar por extenso con Baksi, y patearme junto a él un helado Estocolmo, ha sido una experiencia enriquecedora, como lo demuestran las dos páginas del reportaje y otras muchas cosas que no me cupieron en en ellas. Debajo de estas líneas podéis verlo en un puente de los que unen las islas que forman Estocolmo: con Södermalm a la izquierda (hasta se ve el edificio donde vive Blomkvist) y Riddarholmen (la Isla de los Caballeros, sería la traducción) a la derecha.
Aprovecho el blog para colgar estas fotos. Los del periódico han entendido que la única noticia era Larsson, y sólo han publicado una fotografía en la que están los dos juntos y en la que Baksi sale 15 años más joven de lo que es hoy. Pero no sé, yo creo que las que pongo aquí también tienen su interés, y ya que las hice, que no se pierdan.
Por cierto, y relacionado con la entrada anterior (de una de las últimas nevadas de Madrid): aquello estaba todo lleno de nieve, y el día que volví nevó más. Las calles, las aceras, las pistas del aeropuerto, todo nevado. Y no pasa nada. Ni se resbalan en el hielo, ni se estrellan en cada rotonda como nosotros en cuanto cuaja un poco en la calzada, ni el ministro miente diciendo que tiene abierto el aeropuerto cuando sólo despega un vuelo cada media hora y cancelan o aplazan 400. Mi vuelo salió de Arlanda, bajo la nevada, con 8 minutos de retraso. Están locos, estos suecos.