O lo que es lo mismo, el palacio Mogosoaia, un lugar con bastante encanto que se encuentra a las afueras de Bucarest. La estancia en la feria ha sido enriquecedora, por los autores, editores y traductores rumanos con que he podido conversar, por mis compañeros escritores españoles con los que estuve allí (Ray Loriga, Carme Riera, Rosa Montero y Milagros Frías, entre otros) y por la providencial presencia de mi amiga y también traductora y profesora Catalina Iliescu. Con ella y con su marido Gabi y su hija Álex visité este lugar, que bajo Ceausescu era el lugar donde el régimen alojaba a los escritores para que se aislaran y crearan (lo que el régimen quería leer, claro). Por lo visto, se corrían buenas juergas, con alcohol (¿y chicas?) a gogó. También tuve ocasión de disfrutar de un buen concierto de fados (gentileza de la embajada portuguesa, en su día nacional) y de una divertida cena evocando cómo era la Rumanía comunista (surrealista, como todas las dictaduras) en la casa de Bucarest de Catalina.
Eso sí, qué calor. Estábamos a 35 grados y Bucarest está rodeada de lagos, con lo que también la humedad era insoportable. Las fotos no lo muestran, pero el bochorno era tremendo.
Os pongo abajo una foto así como turística (aunque algo torcida) del sitio, que he encontrado por ahí. Si vais por Bucarest, una ciudad de veras estimulante, y de gente bien amable y hospitalaria, no dejéis de visitarlo.
Abrazos.