Siento que suene a cita de uno de esos temas suicidas que tenemos por costumbre presentar a Eurovisión (para bien: nos evitan ganar y el coñazo de tener que organizar esa horterada anacrónica). Pero es la pregunta que me surgió al leer el cartel que veis en la foto.
Algo bonito, sí, pese a todas las reticencias que legítima o ilegítimamente despierta. Que también le despierta a este servidor, antes y después de pasearse, como hizo anoche, por la recién nacida (y de incierto pronóstico) República de Sol. Las propuestas formuladas hasta la fecha por los concentrados combinan lo racional y lo imprescindible con lo gratuito y lo ilusorio. En la plaza convive gente de veras indignada con gente que se distrae, que liga o que va dando caladas al porrito con los ojos soñolientos (que no soñadores) en medio de una nube de buen rollito que todavía no se cree. Nadie lea esto como una censura. Me parece bien distraerse, me parece bien ligar y aunque no está entre mis hábitos inhalar humo de ninguna especie, reconozco el derecho de cada cual a hacer con sus pulmones y neuronas lo que guste, si no joroba los pulmones o las neuronas de otro. Lo que quiero decir es que en algunos aspectos y desde algunos ángulos el 15-M resulta un tanto somero.
Que no irrelevante. Creo que quien así lo juzga, yerra. Junto a este lado más evanescente, hay en los carteles, de los que me he permitido poner aquí una muestra, pero más importante aún, en las mentes y los corazones de los congregados, verdades hondas y silenciadas de forma insoportable durante demasiado tiempo. Hay el estallido de una conciencia reprimida, de una justicia postergada, de una esperanza sofocada bajo cálculos sin alma y sin juicio. Y se nota en la solidaridad, la organización y el respeto mutuo que imperan en la plaza.
Esto, como toma de conciencia, era necesario y es saludable. Junto a algunas obviedades vacuas, algunas candideces notorias o los meros plagios de mayo del 68 (ese movimiento tan poco reivindicable, vista su estela de humo y deserciones), consuela ver la calle empapelada de letreros que dicen alto y claro esa verdad oportuna, la que concierne a la intolerable corrupción y el paulatino torcimiento de nuestra democracia, y que piden, antes de que sea demasiado tarde, que regrese a la esencia de esas antiguas y dignas declaraciones convertidas en hueca fórmula por una praxis en manos de trileros, mediocres y simples forajidos.
No sé adónde llegará, esta #spanishrevolution, si no descarrilará o la harán descarrilar, sus enemigos, los que quieran aprovecharse de ella o sus propios partidarios. Pero por mi parte, la siento como un paso adelante. Prefiero que estos chavales estén ahí, diciendo y diciéndose algo. Hasta ahora, la salida a la frustración y al negro desafío de un futuro cegado era el botellón. Se han sacudido ese cepo, que los hacía inofensivos, y de qué manera.
Sin compartir todo lo que piden, anoche me senté con ellos a hacer su minuto silencioso de buena gana. Y es agradable sentir esa protesta no violenta, de extraña delicadeza.
Aunque su mensaje, de pronto, puede ser un puñetazo. Basta con ver esta foto:
El Himmler con orejas de Mickey y el € en lugar de la Totenkopf en la gorra, estremece. Pero antes de considerarlo un despropósito (acompañado de ese "No nos representan" dirigido a gobernantes a fin de cuentas democráticos) piénsese en el exterminio de la ilusión, en el exterminio del futuro para tantas personas bajo los gases tóxicos de un pensamiento único, basado en la voracidad y el miedo, con el remate de este desplome económico generalizado que la ineptitud de sus gestores, unida a su petulancia, nos ha traído.
Con todos sus fallos, el sistema tiene sus logros. Por ejemplo, toda esta gente puede estar donde está y diciendo lo que dice sin que la policía la desaloje, y menos aún le dispare (cosa que no pueden decir los sirios, verbigracia). No estamos ante un edificio para el que resulte exigible el derribo, ni mucho menos. Pero sí una rehabilitación a fondo. Impostergable.
Tendremos que agradecerles que se hayan negado a seguir callando. Y los que han ganado elecciones esta noche, y también los que las han perdido, por su torpeza y por su elusión de la realidad, no cometan la imprudencia de pasarlos por alto. Estos chicos (y no tan chicos) no son perfectos, pero no se merecen que se los ignore. Pero es que además hay algo que va más allá de esa plaza: mucha gente no vota, un millón vota blanco o nulo y muchos sin el menor entusiasmo. No lo olviden. Cuando menos, es algo que bien justifica una reflexión.
Abrazos.
Postdata: Hoy (lunes 23) volví a pasar por Sol. No pude evitar hacer esta foto:
Sólo por esa pancarta de la derecha, merece la pena esta movida. Creí que nunca leería una exhortación así, como creo que debe hacerse, como lo que es: un mensaje de insurgencia que interpela al transeúnte. Hay esperanza. Belén Esteban y sus aviesos programadores no han devastado todos los cerebros.
Más abrazos.