Hay una persona bajo cada persona, una ciudad bajo cada ciudad, un mundo bajo cada mundo. Hay
personas, ciudades y mundos reales. Hay personas, ciudades y mundos virtuales.
Sólo quienes no han leído lo suficiente o no han mirado suficientemente
alrededor piensan que los primeros pesan más que los segundos. Quienes se fijan
mejor saben que a veces lo virtual derriba lo real. Y que otras veces es la
viga sobre la que lo real apoya su maltrecha e inestable techumbre.
Subway Placebo, de la escritora ilerdense Rosario
Curiel, es uno de los libros que he tenido la suerte de alumbrar como editor,
junto a mi socia Noemí Trujillo, bajo nuestro humilde sello Playa de Ákaba. Es,
también, un viaje alucinatorio, que no alucinado, a una suerte de Barcelona subterránea
que palpita bajo la Barcelona superficial, corroyéndola y sosteniéndola a la
vez. Una metáfora poderosa, inquietante, servida con palabras bien pulidas y
dispuestas y personajes desvencijados y precisos.
Es literatura,
invención, sueño y pesadilla a la vez. Y es mirada franca, derecha, a esos
escondrijos que buscamos para salvarnos y con los que condenamos, a ese otro que
pudimos haber sido, a quedar en simple remedo de sus posibilidades.
Barcelona, elección
sentimental de la escritora, es una ciudad que en general gusta, agrada e
incluso deslumbra. Por eso, y porque el diablo nunca se esconde tras ropajes
repulsivos, está tan bien elegida como corteza superior del subterráneo en el
que se los sentidos se aturden y se ciegan los caminos. Puede que a alguno le
ofenda: a mí, que siento un afecto inextinguible por ella, no me importa la irreverencia de la autora. Es otro modo de homenajearla: sólo se puede profanar lo que previamente se venera.
Anteayer circulé
por el metro de Barcelona, entre Sants y el Clínic. Apenas dos estaciones, pero
bastaron para recoger esta impresión: el calor era atroz, y creí haber
bajado a la ciudad soterrada, el Subway Placebo de Rosario Curiel. Ésa es la fuerza que tiene la literatura,
la invención: cambia y enriquece las perspectivas de la vida.
Si os gustan los
libros que os desafían como lectores, leedlo. No me reprocharéis, creo, haberos
puesto tras su pista.
Abrazos.