Hace cosa de trece años, el que suscribe publicó una novela que le proporcionó muchas satisfacciones. Es la que veis en la imagen, La flaqueza del bolchevique, en el hermoso nuevo formato en que Destino acaba de reeditarla, con una nota conmemorativa y gratulatoria del autor. No menos se merecen los lectores que han mantenido vivo este título durante ya más de una década, que es milagro notable en el panorama editorial español.
Entre las alegrías que me dio el libro, destacó la unanimidad entusiasta de la crítica. La pusieron por las nubes en todas partes: Ricardo Senabre le dedicó una reseña impresionante, y tanto los críticos de El Mundo como de Babelia la elogiaron sin reservas. Sánchez-Dragó evocó a Nabokov, Dostoievski... En fin, una exageración. Y estaba yo en creerme un nuevo clásico vivo, y poseedor de una prosa narrativa capaz de deslumbrar a todo el mundo, cuando cayó en mis manos una reseña firmada por un tal (entonces no le conocía personalmente) José Luis Piquero en Clarín. Que me ponía a parir con una crítica tan demoledora y denigrante como podéis apreciar en esta muestra:
"La flaqueza del bolchevique no es una historia de amor desesperado y total, un retrato de la pasión al límite, como Lolita, sino una crónica algo desganada del deseo sexual a lo Rodríguez. El referente más cercano de la peripecia amorosa que describe la novela de Silva podría ser la literatura sensacionalista del tipo me ocurrió a mí, tan recurrente en las revistas femeninas, aderezada con unas gotas de tremendismo amarillo de El Caso."
Meses después me lo presentaron, en Asturias, su tierra, y el hombre casi hizo ademán de protegerse. Para su pasmo, le tendí la mano y le di las gracias. Porque su diatriba me había ayudado a conservar la cordura. A saber que nunca puede seducirse a todo el mundo, y que siempre hay a quien le defraudas (o incluso asqueas). Y que con eso hay que vivir, esforzándose humildemente la próxima vez, que es todo lo que uno tiene siempre. Ni más, ni menos.
Me han llegado muchos mensajes vuestros sobre La estrategia del agua. Muy cálidos y entusiastas. Y personas tan reputadas como lectores, para mí, como los blogueros de Pateando el mundo, Novela negra con lunares y GomesyCompañía (Jesus Lens, Herminia Luque y Antonio Parra, respectivamente, a quienes os animo a conocer si es que no los habéis leído antes) se han volcado en alabanzas hacia la novela.
Pero me he tropezado con otros dos blogueros, cuyos espacios responden a los títulos de Elemental, querido Blog y El Chico de la Consuelo (no puedo daros sus nombres, porque optan por escribir desde el anonimato) y a quienes me toca agradecerles que me ayuden, también esta vez y con una novela que tan bien está funcionando, a bajar a tierra. No les ha gustado nada, y hasta ponen en cuestión mi dedicación y mi entrega a la escritura de este libro.
En fin, siento la decepción, por la que además me disculpo (no es lo que uno espera provocarle a un lector), pero aseguro que nunca escribo por rutina. Sólo hago los libros que quiero y necesito hacer y en ellos pongo todo lo que tengo. Eso sí, cada libro tiene su intención, y en éste no era precisamente la intriga que estos dos lectores tanto parecen echar de menos, sino esos otros asuntos que tan poco parecen interesarles. Mala suerte. Y mis excusas de nuevo.
Ah, una aclaración para El Chico de la Consuelo, que al menos salva una frase del libro, pero la sospecha de ajena autoría. Puede leer el libro del que la cree extraída (está en Internet). No la encontrará. Es cosa mía. Algo tengo, pues, para reivindicarme ante él.
Abrazos.