domingo, 11 de abril de 2010

El efecto Piquero






Hace cosa de trece años, el que suscribe publicó una novela que le proporcionó muchas satisfacciones. Es la que veis en la imagen, La flaqueza del bolchevique, en el hermoso nuevo formato en que Destino acaba de reeditarla, con una nota conmemorativa y gratulatoria del autor. No menos se merecen los lectores que han mantenido vivo este título durante ya más de una década, que es milagro notable en el panorama editorial español.

Entre las alegrías que me dio el libro, destacó la unanimidad entusiasta de la crítica. La pusieron por las nubes en todas partes: Ricardo Senabre le dedicó una reseña impresionante, y tanto los críticos de El Mundo como de Babelia la elogiaron sin reservas. Sánchez-Dragó evocó a Nabokov, Dostoievski... En fin, una exageración. Y estaba yo en creerme un nuevo clásico vivo, y poseedor de una prosa narrativa capaz de deslumbrar a todo el mundo, cuando cayó en mis manos una reseña firmada por un tal (entonces no le conocía personalmente) José Luis Piquero en Clarín. Que me ponía a parir con una crítica tan demoledora y denigrante como podéis apreciar en esta muestra:


"La flaqueza del bolchevique no es una historia de amor desesperado y total, un retrato de la pasión al límite, como Lolita, sino una crónica algo desganada del deseo sexual a lo Rodríguez. El referente más cercano de la peripecia amorosa que describe la novela de Silva podría ser la literatura sensacionalista del tipo me ocurrió a mí, tan recurrente en las revistas femeninas, aderezada con unas gotas de tremendismo amarillo de El Caso."


Meses después me lo presentaron, en Asturias, su tierra, y el hombre casi hizo ademán de protegerse. Para su pasmo, le tendí la mano y le di las gracias. Porque su diatriba me había ayudado a conservar la cordura. A saber que nunca puede seducirse a todo el mundo, y que siempre hay a quien le defraudas (o incluso asqueas). Y que con eso hay que vivir, esforzándose humildemente la próxima vez, que es todo lo que uno tiene siempre. Ni más, ni menos.

Me han llegado muchos mensajes vuestros sobre La estrategia del agua. Muy cálidos y entusiastas. Y personas tan reputadas como lectores, para mí, como los blogueros de Pateando el mundo, Novela negra con lunares y GomesyCompañía (Jesus Lens, Herminia Luque y Antonio Parra, respectivamente, a quienes os animo a conocer si es que no los habéis leído antes) se han volcado en alabanzas hacia la novela.

Pero me he tropezado con otros dos blogueros, cuyos espacios responden a los títulos de Elemental, querido Blog y El Chico de la Consuelo (no puedo daros sus nombres, porque optan por escribir desde el anonimato) y a quienes me toca agradecerles que me ayuden, también esta vez y con una novela que tan bien está funcionando, a bajar a tierra. No les ha gustado nada, y hasta ponen en cuestión mi dedicación y mi entrega a la escritura de este libro.

En fin, siento la decepción, por la que además me disculpo (no es lo que uno espera provocarle a un lector), pero aseguro que nunca escribo por rutina. Sólo hago los libros que quiero y necesito hacer y en ellos pongo todo lo que tengo. Eso sí, cada libro tiene su intención, y en éste no era precisamente la intriga que estos dos lectores tanto parecen echar de menos, sino esos otros asuntos que tan poco parecen interesarles. Mala suerte. Y mis excusas de nuevo.

Ah, una aclaración para El Chico de la Consuelo, que al menos salva una frase del libro, pero la sospecha de ajena autoría. Puede leer el libro del que la cree extraída (está en Internet). No la encontrará. Es cosa mía. Algo tengo, pues, para reivindicarme ante él.

Abrazos.

jueves, 8 de abril de 2010

Recortes





En el mismo día, en El País y en TVE. Alguno se habrá llevado una impresión engañosa. Es una coincidencia, los libros no tienen esa relevancia informativa. Y menos los de un servidor.

Las dos entrevistas, cada una en su formato, son un ejemplo de profesionalidad. Sus dos autoras se las tomaron con rigor y las afrontaron con una generosidad que debo agradecerles. Pero el papel es caro y no digamos los segundos en antena. Así que en la edición al artículo le cortaron unas frasecillas y a la pieza televisiva muchas más. Recortes relevantes, ambos.

Yo no tengo tele ni periódico, pero como dice una bloguera desvergonzada citada aquí alguna vez, tengo mi blog. Y por eso me importa añadir:

- A lo del periódico: que otros culpables de la situación de la justicia son los gobernantes que no la dotan de medios adecuados (en este país, las consejerías de justicia de las comunidades autónomas), sin olvidar a los propios ciudadanos, que a veces acuden a ella para nada, para enredar o directamente para jorobar y delinquir; y que por el contrario hay no pocos jueces que se fajan y que consiguen hacer funcionar de forma medianamente razonable un sistema obsoleto y con notorias carencias.

- A lo de la tele: que la idea de la novela me la dio el asesinato de Miguel Ángel Salgado, sí, pero que mi libro es una ficción que en modo alguno debe leerse como relato de ese crimen, por el que fueron detenidas y están procesadas personas que, a día de hoy, no han sido juzgadas y por tanto conservan una presunción de inocencia que yo no soy quién para destruir. Por muchos indicios que haya contra ellas y por mucho que desapruebe lo que presuntamente hicieron.

Sé que algunos estas precisiones les parecen pijadas. Pero a mí no. Gracias por la paciencia.

lunes, 5 de abril de 2010

La Lectora

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Y seguimos con El blog del inquisidor, "aunque no esté de moda en estos días", que diría Silvio Rodríguez.

Ya me perdonaréis, sobre todo la interesada, pero debía esto desde hace casi un año. En medio de mi caos domiciliario (vivir entre dos ciudades, aunque sean tan estimulantes como lo son las dos mías, es un poco complicado) había extraviado la foto que debía abrir esta entrada, y sin la que no tenía sentido hacerla.

La que veis en la imagen es una lectora. O mejor dicho, La Lectora. Ella fue, de todos los que aceptaron el reto lanzado a través de elmundo.es de escribir el fragmento de El blog del inquisidor que omitía la narradora del libro, la que hizo la propuesta que más me impresionó.

(Recordatorio para olvidadizos o desconocedores: en la página 237 de ese libro la narradora declara haber recibido de otro personaje un texto que se abstiene de transcribir; convertimos el libro en artefacto interactivo invitando a los lectores a que imaginaran ese texto).

La Lectora se llama Ana Ruiz Echauri (me autoriza tanto a dar su nombre como a poner la foto, que conste). Y para los que queráis ver lo que escribió (lo que naturalmente tendrá más gracia si habéis leído el libro, por lo menos hasta esa página), no tenéis más que seguir este enlace. También podréis leer allí otros dos textos que resultaron finalistas, y de los que son autores Miguel Aceytuno Comas y Salud García López. Ninguno de ellos tiene desperdicio, y cualquiera habría merecido ganar.

El pobre premio del concurso era un lote de libros y un almuerzo con el autor. Ana, tengo que decirlo, aceptó la escasez de la recompensa con una amabilidad exquisita, y ello nos permitió mantener un enriquecedor encuentro en el que tuve ocasión de aprender mucho de su inteligencia, su sutileza y su comprensiva visión de la vida. La foto inmortaliza el instante. Gracias por todo, Ana, y perdona este retraso casi indecente.