Este libro se publicó por primera vez en el otoño de 1998. Hace 13 años. Y luego dicen que es el número de la mala suerte. No lo creo.
Lo que veis en la imagen es la reedición que ha salido en este 2011. La decimoséptima. Trece años reeditándose sin fallar uno solo, y en alguno de ellos más de una vez. En un país donde los libros se queman no en trece años, sino, a menudo, en trece días.
Naturalmente, el mérito no es mío. Se lo debo, y a ellos va este agradecimiento, a los miles de chavales que año a año, cuando se lo ponían a leer por obligación (qué cargo de conciencia me dio siempre enterarme) se lo acabaron leyendo por placer. Y a sus profesores, que año a año insistieron en sugerírselo, y que ahora no pasan por los mejores momentos.
Junto con mi gratitud, vaya a ellos, a esos enseñantes esforzados y vocacionales que mantienen a flote un sistema desdeñado y abandonado desde hace dos décadas por los políticos de todos los colores y todas las autonomías (más interesados en otras cuestiones más fotogénicas), pero también por algunos de sus compañeros que no sienten la vocación de enseñar ni la misión suprema que eso representa, mi solidaridad más absoluta.
Abrazos.
4 comentarios:
Se agradece el apoyo en momentos como los actuales, en los que se embadurna nuestra profesión de mentiras y ponzoña. Prefiero el libro de Varsovia -cuya lectura continúa en el centro-, aunque éste también hubiera sido novela obligatoria si nuestro departamento se hubiera puesto de acuerdo al respecto. Saludos.
Enhorabuena, Lorenzo, porque escribir para jóvenes es todo un reto. Lo bueno nunca se quema, y en tu caso, tus novelas prevalecen por sí mismas por su indudable calidad. Gracias por el apoyo a nuestro colectivo. Un abrazo.
Yo fui uno de esos chavales a los que les obligaron a leerlo en el instituto. Quién me iba a decir que años más tarde me interesaría la literatura de esta forma tan poco sana.
Lecturas como aquella fueron las que me invitaron a leer por cuenta propia, así que en todo caso gracias a ti, Lorenzo.
Un saludo,
Óscar
Recuerdo que en el colegio nos mandaron leer "Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia" , y "El cazador del desierto". Los empecé cabreada porque nunca me gustaban los libros que nos mandaban, pero después se me pasó. El primero me lo leí una tarde y después otras tres veces a lo largo de la semana. Y el segundo, otro tanto. Ojalá mandaran leer siempre libros así.
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