Por primera vez desde hace unos años, se me ha pasado un mes entero sin escribir en el blog. Me propongo que no vuelva a suceder, pero en este mes han concurrido circunstancias excepcionales.
Además de mantener dos veces en semana otro blog (por cierto,
lo tenéis aquí) y de preocuparme de colgar en elmundo.es la cosecha semanal de vidas.zip (
el último, aquí), he empezado a hacer otra colaboración dos veces en semana en
La mañana de la COPE, con Javi Nieves, donde me han dado un hueco al que he denominado El pontonero, y que trata de aportar un punto de vista constructivo (tender puentes, se llamaba aquello, cuando se hacía) en un país lleno de dinamiteros vocacionales. La última colaboración, si alguien quiere oírla,
podéis encontrarla aquí.
Pero que multiplique mi actividad en otras cosas (habría que sumar la sección del cartero de XLSemanal) no quiere decir (ni justificaría) que vaya a abandonar este espacio de intercambio con los lectores. Lo que en este mes me ha apartado del blog ha sido la conjunción de todo lo anterior con otros dos acontecimientos que me han puesto la tienda patas arriba.
El primero, mi estreno como editor, en compañía de Noemí Trujillo y con el apoyo de Lorenzo Rodríguez (y de Pilar Lucas al mando de las relaciones con los medios). Hemos llamado al invento
Playa de Ákaba, en homenaje a T. E. Lawrence y a David Lean, que nos hizo soñar con la epopeya del primero llevándolo con su camello, en la piel de Peter O'Toole, hasta la playa de Carboneras, en Almería. Una metáfora, esa travesía del desierto del tozudo e insensato Lawrence, que nos sirve para referirnos al desafío que asume un escritor que quiere llegar con sus palabras a los lectores, y para el que queremos ser esa playa propicia que significa el final feliz del camino. Justamente esa playa (la del cine, que acaso ha terminado siendo más real que la auténtica), y
como ya anticipé aquí mismo hace bastantes meses, nos ha dado el logo de la editorial y la cubierta del primer libro. Se trata de una edición de las cartas que Lawrence fue escribiendo mientras avanzaba hacia el famoso puerto del Mar Rojo, que me he dado el placer de traducir yo mismo y que hemos titulado
Camino de Ákaba. Un texto hasta ahora inédito en castellano y apasionante por su contenido y su estilo, el de ese finísimo prosista que era, entre otras muchas cosas, Thomas Edward Lawrence.
Otros dos títulos inaugurales son de poesía:
Yo vivía aquí, una antología de ese gran narrador y poeta que atiende por el nombre de Carlos Zanón (lo conoceréis como novelista por su excelente
No llames a casa, y si no lo conocéis ya estáis corriendo a la librería a comprarlo, y estoy seguro de que no me afearéis la brusquedad cuando lo leáis); y
Solo fue un post, de Noemí Trujillo, un poemario que en su humildad y desnudez (sus poemas nacieron como simples entradas en un blog) es quizá uno de los más inspirados, vibrantes y emocionantes de su autora.
Por último, la editorial también hace su primera incursión en la literatura infantil, con
Judith y sus muñecas monstruosas, un libro que todos los que tengáis niñas abducidas por esas horribles muñecas que se llevan ahora podéis utilizar como terapia e invitación a la lectura. Damos fe de que funciona. Hace una semana organizamos una presentación en Viladecans y, como podéis ver en
este vídeo, a punto estuvimos de tener un problema de orden público.
Pinchando en los títulos podéis acceder a las fichas de cada uno de los libros, y de ahí, a la posibilidad de conseguirlos, tanto en papel como en ebook. Por cierto, que en este formato los vendemos entre 1,99 y 2,99 euros. Espero que nadie me diga que se ve obligado a piratearlos por su abusivo precio. O tendré que recordarle lo que vale una caña.
El otro acontecimiento excepcional de este mes ha sido la exigente y agotadora gira del premio Planeta, algunos días con jornadas de 16 o 18 horas, y esto no es mi mitad andaluza exagerando... Por suerte, he tenido el cariño y la atención de mucha gente en el recorrido, todos los compañeros de los medios, muchos lectores, además del apoyo de Fátima Santana, infatigable encargada de prensa de Planeta, y la serena compañía de Mara Torres, que es gran periodista y excelente compañera.
Respecto de la recepción del libro,
La marca del meridiano, séptima entrega de las andanzas de mis incombustibles Bevilacqua y Chamorro, sólo puedo estar agradecido. Siempre hay alguna división de opiniones, pero la mayoría coincide en que es el mejor de la serie y las reseñas son unánimemente favorables (exceptuando algún bloguero, y para recordarme que soy mortal y que nunca se puede gustar a todo el mundo,
enlazo aquí a la que más leña me da, secundada por sus comentaristas). Las dos críticas que he visto que se le hacían con más frecuencia, que se apegaba demasiado a la realidad y que era políticamente correcta, entre otras cosas por mostrar a unos guardias y unos mossos que se llevan bien, me placen. Lo primero, apegarse a la realidad, es marca de la casa, y tengo la firme convicción de que no empece para hacer la mejor literatura; lo segundo, aparte de que para mí ya hace mucho que la etiqueta "políticamente correcto" no significa nada (por el abuso a la hora de despacharla), tengo la sensación de que proviene de personas que no han hablado jamás con un mosso d'Esquadra sobre los guardias ni con un guardia destinado en Cataluña sobre los mossos, mientras que mi visión de la jugada en la novela está precedida de múltiples contactos con unos y otros: con los currantes, quiero decir, que son los que tienen que resolver problemas concretos en la calle, día a día, y a los que poco o nada les interesa entrar en los juegos florales que tienen tan atareados a sus jefes políticos.
Por cierto, la foto que abre esta entrada es un guiño a la novela. Es la playa de Castelldefels, donde suceden algunos acontecimientos relevantes de la historia, fotografiada al atardecer del viernes pasado, mi primer día de vuelta a la vida normal (bueno, más o menos), una vez acabada la gira.
Y para cerrar, otra buena noticia. En este mes de noviembre he recibido la traducción al árabe del El nombre de los nuestros, realizada por Ahmed Benremdane,
profesor de la universidad de Fez. La cubierta, la tenéis sobre estas líneas. Los que me conocéis sabéis la ilusión que me hace ver esta historia de moros y cristianos, hermanados por el dolor, vertida a la hermosa lengua de Averroes. Ahora sí que puedo decir que la historia de los nuestros, los que siempre pierden para que otros ganen, los que lo hicieron a ambos lados de la trinchera en aquellos duros campos de batalla del Rif hace casi un siglo, está contada en el idioma de todos. Bueno, faltaría el rifeño, pero eso a lo mejor tiene que esperar un poco más. Algún día, tal vez. No hay nada imposible.
Abrazos.