Lo decía de forma ingeniosa el domingo pasado David Gistau en las páginas de El Mundo. Lo cito de memoria, así que puede variar algún matiz: "Cuando un político y un militar levantan cubiletes, ya se sabe a quién le toca el garbanzo". Les pasó a los médicos militares de Trebisonda y le pasará al jefe de Hoyo de Manzanares. Lo que no encubrirá la certeza de que el ex ministro Trillo no debe volver a serlo nunca más de nada, ni el hecho de que la actual ministra tardó demasiado (la noticia circulaba por ahí dos días antes de que el Ministerio la reconociera y afrontara) en reaccionar ante el brote gripal en el cuartel madrileño. Es un pecado venial, comparado con la falsificación de identidades de cadáveres, pero no deja de ser un desliz, en la misma semana en que juzgaba tan duramente a su antecesor. Ahora tiene una oportunidad de no reaccionar como él, poniendo al uniformado delante para llevarse los tiros. ¿Qué hará?
Por lo pronto, como muestra una foto que dio la vuelta a los tres ejércitos, ya sabemos lo que hace cuando de repente aprieta el calorcillo y le molestan la gabardina y el bolso:
¿Para eso está una capitana del ejército del Aire, a la que cuesta cientos de miles de euros del contribuyente formar? Ay, el talante y la igualdaz.
(Añadido del 28 de mayo: en honor de la ministra, y sin perjuicio de otras cosas. Ha comparecido en el Congreso y no llevaba la cabeza de ningún militar en una bandeja. Hasta cierto punto, se ha comido el marrón. Lo que la honra, desmiente el pronóstico suspicaz y les da a otros algo que aprender.)
Por cierto, sobre Gistau: fisgando por Internet he descubierto que recurre una y otra vez a la metáfora del levantamiento de cubiletes (lo que no la menoscaba, es buena), y también que otras veces no anda tan atinado. Si tenéis curiosidad, observad este intercambio con el hermano de José Couso, el periodista español asesinado en Irak. El hermano tiene más razón que un santo, sabe bien de lo que habla (lo digo porque para eso uno se pasó un año trabajando con un militar de Caballería en un libro sobre Irak), y David queda como un opinador frívolo. Pero esto es así, quien tiene boca se equivoca. Lo malo es que lo hagamos, y ninguno de nosotros está exento, en cosas que causan tanto dolor a otros.
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