viernes, 3 de mayo de 2013

Nos quedan los lectores





Son tiempos duros para todo el mundo, pero también para los que escriben, editan o venden libros. La bajada de las ventas compromete la supervivencia de no pocas de las gentes que al libro entregan sus horas, y mientras los gobiernos aprueban leyes que no resuelven nada y lo embarullan todo en ineficaces procesos administrativos, mientras muchos editores se resisten a dar pasos decididos para poner su granito de arena en la creación de un mercado del ebook que funcione, cierran librerías y cada vez más españoles se acostumbran a que los libros son algo que "se baja por Google".

En este contexto, más que entonar la queja, que de nada sirve, y menos ante unas autoridades estupefactas y unos jueces desbordados, conviene volverse a quienes realmente constituyen la línea de defensa del libro: los lectores verdaderos y generosos que aún nos quedan.

Ellos, por ejemplo, son los que demandándolo han conseguido que se reeditara en papel el libro que abre esta entrada, Carta blanca, y que llevaba un par de años agotado (aunque estaba disponible en ebook). Una alegría volver a tener esta historia en las librerías, y no puedo ni debo olvidar a quién se lo debo. Una nota sobre la foto de cubierta: son legionarios de 1921, justo la época de la primera parte de la novela, por cortesía de mi buen amigo Santiago Domínguez.




Por eso esta semana, que me invitaron a hacer el pregón de la Feria del libro de Sevilla (muy concurrida, por cierto, y bendita sea esa estampa) quise recordar que son ellos, los lectores, los que hacen que esto exista y a quienes, parafraseando a Chandler, debemos volvernos con pasión y humildad renovadas para preservar el pacto que nos une. Aquellos que de veras aman los libros, aquellos que no pueden contentarse con consumir el último título de moda cada año, y que aprecian en lo que vale el esfuerzo de hacer literatura, son los que mantienen, y creo que seguirán manteniendo, la posibilidad de escribirla, con toda la diversidad y riesgo que ello exige.

Uno de esos lectores, sin ir más lejos, ha hecho una disección de mi última novela, La marca del meridiano, que de veras me ha conmovido y que no puedo sino recomendar que leáis, pinchando en los siguientes enlaces (son cuatro entregas).


El cuento que no es cuento. La marca del meridiano (1)

El cuento que no es cuento. La marca del meridiano (2)

El cuento que no es cuento. La marca del meridiano (3)

El cuento que no es cuento. La marca del meridiano (4)


Gracias, amigo. Para esto escribe uno libros.

Abrazos.

3 comentarios:

pancho dijo...

Gracias a ti por esta muestra de humildad tan verdadera. No es lo más normal que escritores consagrados se dignen acordarse de sus lectores de esta manera tan emotiva. Solo queda añadir que así se ganan lectores, a mí al menos me has ganado para tu causa, por supuesto. El comentario a La marca del meridiano pertenece a un grupillo de gente lectora, ellos sí que leen, que llevamos comentando desde hace unos cinco años en La Acequia
El nivel es alto y hay que esforzarse por hacer las cosas bien y no desmerecer. Como el empeño que pone Bevilacqua en hacer bien el trabajo a pesar de las bajadas de sueldo y eliminación de extraordinaria.
Agradecido por tanto enlace al portalillo, un lujo inimaginable que aún no me lo creo.

Un abrazo y la promesa de hacerme con más historias de estos polis que parecen personas normales.

Anónimo dijo...

Afortunadamente algunos, pocos, como tú, seguís pensando y apostando por nosotros, los lectores.

No es lo habitual, ni en autores, editores ni vendedores de libros (que libreros van quedando pocos). Por suerte todavía quedáis los que no demonizáis la realidad que nos rodea.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Pancho es uno de los participantes en mi club de lectura que más alto nos deja el listón a todos, no me extraña que te hayas fijado en él. Es un gran lector y un excelente comentarista.