jueves, 31 de diciembre de 2009

Ognissanti





Es una pequeña iglesia que se levanta en Florencia, a pocos metros del Arno, en la plaza del mismo nombre. Está anexa a un convento franciscano, y como su nombre alude se dedicó a todos los santos, en especial a los anónimos y desconocidos. En ella reposan los restos de Sandro Botticelli, del que también se conserva allí un cuadro que merece la pena ver, un retrato de San Agustín en su gabinete.



Aparte de todo esto, les resultará conocida a quienes hayan leído El ángel oculto hasta el final. Allí sucede en buena medida el desenlace de la novela, que no debo revelar para los que no hayan emprendido aún la lectura o habiéndolo hecho no la hayan concluido.

Volver a Florencia y no volver a Ognissanti era imposible. También quería descubrírsela a mi mujer, Noemí, lo que tiene para mí un especial sentido. Nada mejor para cerrar este 2009 y desearos lo mejor para el 2010. Y si alguna vez vais por Florencia, no os la perdáis.

Enfrente de la iglesia, por cierto, hay una curiosa estatua de Hércules, como puede apreciarse en la foto.




Y en el claustro contiguo a la iglesia, una joya sin paliativos: el Cenacolo (es decir, La Última Cena) del insuperable Ghirlandaio.




En esta representación del último banquete de Cristo con sus discípulos se inspiró Leonardo da Vinci para su famosa versión del mismo motivo, que se conserva en Milán y que por culpa de Dan Brown hay que reservar entrada con semanas de antelación para poderla ver. En cambio, la de Ghirlandaio (es decir, el original) no la va a ver casi nadie. Y es gratis.

Y a unos pocos cientos de metros, está Santa María Novella, también repleta de frescos de Ghirlandaio. Otra buena recomendación.




En fin, feliz 2010. Empezadlo con buen pie.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Al fin (otra postal navideña)





Después de haber visitado Milán cuatro veces, al fin pude ver el Duomo en todo su esplendor, es decir, sin andamios. La verdad es que ha merecido la pena. Lo han dejado deslumbrante.

Quizá tenía que esperar a esta ocasión para poder verlo así. Porque en este viaje iba con alguien que en Milán tiene sus raíces, pues de allí vino quien le dio uno de sus apellidos. Alguien que visitaba por primera vez la ciudad, con la emoción que puede imaginarse.

Es hermoso redescubrir a través de los ojos de otro lo que ya viste antes. Y en este caso, también, ver por primera vez en toda su belleza una de las catedrales más soberbias de Europa.




Pues nada, otra postal de Navidad. Así, hasta dan ganas de celebrarla.

domingo, 20 de diciembre de 2009

jueves, 10 de diciembre de 2009

Coll de Belitres





El paraje está pasado Portbou, un pueblo verdaderamente impresionante, que a su emplazamiento de abrupto contraste (encajonado entre las montañas y el mar) une un aire fantasmagórico, el que le proporcionan los abundantes rastros de su antigua condición fronteriza (entre la España autárquica y la Europa sacudida por los vientos del siglo, desde la ocupación nazi hasta el Mercado Común). Una condición que quedó pulverizada tras nuestra adhesión a la UE. Portbou fue el límite entre dos mundos, lo que sin duda generó una vida compleja y buena parte del movimiento que debió de haber en otro tiempo en sus calles. Ahora ya no marca nada, o casi nada, y dondequiera que uno mira se topa con edificios vacíos.

Pero el Coll de Belitres, lo que sale en la imagen, es otra cosa. Por él pasaron los 100.000 fugitivos del descalabro republicano. La foto está hecha desde España, pero al otro lado ya es Francia. Para toda aquella gente, el exilio, en muchos casos definitivo. Continuando por esa carretera, al cabo de un buen rato, se encuentra Collioure, un pueblo de apabullante belleza, con su iglesia asomada al mar y su fortaleza medieval abrazada por dos ensenadas. Allí terminó el viaje Antonio Machado, en unos días azules y bajo el sol de su infancia.

El lugar (me refiero al Coll de Belitres, esa raya invisible y que lo fue sin retorno) sobrecoge. Y más si llega uno y no hay nadie, o casi nadie. Qué atronador, su silencio.

Podría haber puesto otras fotos, después de unos días en el Alt Empordà. Pero las del cabo de Creus y las de Port Lligat se me borraron. Quiso sobrevivir ésta. Por algo será.