Después de haber visitado Milán cuatro veces, al fin pude ver el Duomo en todo su esplendor, es decir, sin andamios. La verdad es que ha merecido la pena. Lo han dejado deslumbrante.
Quizá tenía que esperar a esta ocasión para poder verlo así. Porque en este viaje iba con alguien que en Milán tiene sus raíces, pues de allí vino quien le dio uno de sus apellidos. Alguien que visitaba por primera vez la ciudad, con la emoción que puede imaginarse.
Es hermoso redescubrir a través de los ojos de otro lo que ya viste antes. Y en este caso, también, ver por primera vez en toda su belleza una de las catedrales más soberbias de Europa.
Pues nada, otra postal de Navidad. Así, hasta dan ganas de celebrarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario