Si pincháis en los enlaces respectivos, podréis comprobar: 1. Que la entrevista que me hizo fue, en efecto, muy amplia y exhaustiva. 2. Que en el documental apenas se montaron unos pocos segundos de dicha entrevista, en los que sólo se escucha una parte muy concreta de la respuesta a una de sus preguntas, respuesta que en la versión completa es mucho más amplia y tiene además otro sentido, que matiza, y no poco, el de las palabras incluidas en el documental.
La visión del documental me irritó profundamente. No vi reflejadas mis opiniones, sino sólo un trozo cortado a tijeretazo que le venía bien al director para su tesis sobre la propiedad intelectual, que además no coincide con la mía. Me sentí, pues utilizado, sensación que creo que cualquiera comprenderá que no es agradable. Sobre todo cuando en el documental había varios personajes a los que se les dejaba explayarse a gusto, incluso reiterando una y otra vez sus ideas. Todas ellas, por supuesto, alineadas con las del director.
No creo que los documentales de tesis sean ilegítimos. Los considero menos útiles que otros, y más en un tema como el que nos ocupa, complejo y discutible; pero ilegítimos, en sí mismos, no son. Lo que sí me parece ilegítimo, y poco ético, es recabar durante una hora la opinión de una persona para después ignorar su esencia y limitarse a pegar un comentario marginal que le viene al pelo al director. Antes de hacer eso, es mejor no montar nada. A mí, desde luego, eso me habría irritado mucho menos. No tengo especial afán por salir en la televisión.
Dicho lo anterior, y tratando de hacer abstracción de mi disgusto personal, creo que Stéphane M. Grueso ha hecho un buen trabajo con las diversas entrevistas, que pueden seguirse íntegras en la web del documental (y eso le honra). Pero el documental en sí es, a mi juicio, un alegato simplista y parcial, en el que sólo tienen propiamente voz los que le dan la razón al director: los creadores (todos ellos respetables, y alguno, amigo) que exploran el camino del copyleft (algo, por cierto, que algunos llevamos 10 años haciendo, sin alharacas) y los abogados que aparte de defender esta fórmula defienden a quienes copian y enlazan sin permiso obras ajenas y se ven en pleitos por ello. Los demás jugamos el papel de comparsas o villanos, en un discurso que el montaje subraya una y otra vez (por ejemplo: los abogados aparecen como abnegados luchadores, mientras que los que representan a los creadores "del copyright", siempre gestores e intermediarios no creadores, aparecen como tipos opulentos y/o aficionados a la manipulación de conciencias).
No voy a enrollarme sobre este tema aquí. Me remito a la entrevista íntegra en la web del propio documental, para explicar mi postura, que por encima de todo es independiente y no comulga ni con los apóstoles de "gratis total" ni con los partidarios de la mercantilización a ultranza de la cultura. Y más que a mis palabras, me remito a mis hechos: como el de llevar una década en Internet, regalando mis obras incluso antes de editarlas en libro, o el de ser uno de los primeros escritores españoles que ponen el grueso de su obra en digital, sin DRM y a menos de un tercio del precio que cobran otros.
Ahora bien, no puedo resistirme a señalar un par de incongruencias. El señor Grueso aboga por el copyleft, pero es fácil hacerlo cuando has financiado tu película con ayuda de TVE, es decir, con cargo a los impuestos de todos los españoles (ya los hayan pagado directa o indirectamente). Si yo hubiera sido uno de esos a los que alienta "¡Copiad, malditos!", habría copiado su documental, que pude ver antes de que se emitiera, lo habría subido a Megaupload y habría puesto un enlace en cualquier blog en uso de mi libertad de expresión, aprovechando que la Ley Sinde aún no está en vigor. Le habría hecho un agujero mediano, porque habría supuesto el incumplimiento de su contrato con TVE, que sólo le dejaba ponerlo en copyleft después de emitido, es decir, después de que se haya producido la explotación a la que está destinado un documental para televisión. Eso cambia un poco el sentido del generoso gesto. Si se me permite la maldad, regalar productos amortizados lo hace cualquiera.
Por suerte para el señor Grueso, yo sólo comparto lo que es mío. Ni se me pasó por la cabeza hacer semejante cosa.
Y la segunda incongruencia: en el documental oímos todo el tiempo las disertaciones de dos conocidos abogados, que defienden posturas no menos conocidas. Nada que objetar. Soy también abogado, y respeto a mis compañeros y la profesión que compartimos, que además creo que cumple una función social importante. Pero como abogado, me permito recordar que los de mi gremio defendemos intereses de parte, y además a cambio de unos honorarios, esto es, con ánimo de lucro. Es decir, somos cualquier cosa menos relatores objetivos o imparciales, que es como se los presenta bajo la vitola "expertos en propiedad intelectual". Y esos dos abogados defienden una y otra vez a quienes vulneran o, por decirlo de modo más neutro, ignoran el copyright. Y ya que se les da un papel tan preponderante en la película, permítaseme una pregunta retórica: ¿qué copiarían sus clientes, y sobre todo, qué minutas cobrarían ellos, si no hubiera autores excelentes y/o populares que en vez de copiar se dedican a crear obras valiosas y/o que la gente desea oír, ver o leer, y cuya circulación genera (mucha) riqueza? Pues bien, esos, los que soportan todo con su acierto y su caletre (y con su sudor, y también, muchas veces, con sus cojones) no salen en el documental. Para qué, ¿no?
No me extiendo más. Este post ya es demasiado largo. Sólo os explico las fotos. Las tres anteriores están tomadas en Dijon, hoy. Yo no diseñé ese arco, ni imaginé esa catedral, lo hicieron personas talentosas cuyos nombres desconozco. Pero no he copiado sus creaciones: las he mirado, con una mirada personal, y eso es lo que me considero autorizado a colgar en este blog, porque es el fruto de mi trabajo y de mi (escaso) talento como fotógrafo.
La última foto es de un puente de Lyon, tomada la otra noche. De nuevo, no urdí yo el puente, ni diseñé su iluminación. Pero sí se me ocurrió a mí mirarlo así y a esa hora y con ese fondo. La cuelgo como una metáfora de lo que creo que necesitamos: un nuevo puente entre los creadores y su público. Es decir, ingenieros, gente dispuesta a abrir nuevas vías en un entorno que ha cambiado. Y no dinamiteros dispuestos a hacer ganancia a corto plazo separándonos. Lo que vale tanto para la SGAE (de cuya gestión de este asunto, como socio que soy, discrepo pública y profundamente) como para los titulares de los intereses a cuyo servicio ha decidido ponerse en su documental (que no en la web, que recomiendo) Stéphane M. Grueso.
Abrazos.
Postdata: Stéphane M. Grueso
ha respondido a este post en su blog. Os lo enlazo para que tengáis todos sus argumentos. Por mi parte, sólo quiero aclarar que no discutí nunca, como él mismo reconoce, que la televisión pública financiara su documental, aunque represente una postura polémica. Coincido con él en que la televisión pública ha de ser plural, y no necesariamente difundir el discurso dominante, aunque quien se beneficia de su financiación debe entender que pasa a tener como productores a todos los españoles, y que cada uno de ellos, como accionista de su película, tiene una legitimidad reforzada para discrepar de ella.
No comparto su opinión de que personas como David Bravo o Javier de la Cueva, con diferencia los dos ponentes más favorecidos en su montaje, no tengan suficiente presencia en los medios. Están por todas partes, se les pregunta en los diarios más significativos cada vez que hay una noticia relacionada con la propiedad intelectual y yo mismo he estado con David Bravo en TVE 1 en un programa de prime time, en el que por cierto habló más que nadie, y en otro en la SER, en horario de máxima audiencia, donde tampoco creo que pueda decir que no se le dio cancha.
Al margen de que yo me sienta utilizado en su documental (y creo que tengo derecho a decirlo, máxime cuando no creo, por una cuestión de principios, que mis opiniones valgan menos que las del resto, además de ilustrar una perspectiva infrarrepresentada en él, la del creador cuya obra se difunde y se copia) Stéphane tiene toda mi solidaridad y mi reconocimiento por sus esfuerzos por crear algo digno, primero, y por difundirlo después, de una forma altruista que no perseguía devaluar con mi pequeña malicia al respecto. Creo que él me conoce lo suficiente, y quien me siga algo, también, como para saber que identifico esos dos impulsos como inherentes a la condición de creador y que trato de ser coherente con esa convicción. También me solidarizo con sus dificultades para crear desde fuera de la primera línea comercial, y coincido en que eso no le resta valía como creador. Y aunque ahora parezca otra cosa, también en eso me reconozco, y no poco. Para quien no lo sepa, este servidor vuestro dedicó quince años de su vida a la literatura sin ver un céntimo (de peseta) ni una línea suya publicada.
Entiendo que en la ausencia en el documental de creadores célebres, cuyas creaciones dan dinero, puede haber influido la poca accesibilidad de esos creadores: pero eso es algo que un buen documentalista aprende a sortear. En el extremo, Michael Moore llegó a entrevistar a Charlton Heston. Yo, como periodista, he logrado entrevistar, con insistencia, a personas que no querían hablar conmigo. Sintiéndolo mucho, me temo que no es una excusa válida.
Para terminar: creo que Stéphane perdió la oportunidad de mostrar en su documental algo más que la guerra de la voraz SGAE contra los generosos compartidores. Ese cuento, a este espectador le resulta tan poco interesante como el de los beneméritos defensores de los autores contra los abyectos piratas. Perdió la ocasión de mostrar que hay algo en medio, gente que no quiere criminalizar a toda la población, y que trata de poner de su parte para que se llegue a soluciones realistas y razonables. Yo dediqué hora y media de mi tiempo, que no me sobra, a tratar de señalárselo. Por eso me parece frustrante que decidiera prescindir de ello.
Por lo demás, le deseo suerte. Aunque creo que ha cometido algún error desdichado, su reacción me demuestra que es un hombre con conciencia.
Más abrazos.
Postdata 2: Un hilo interesante sobre el documental y este mismo post en el también interesante y más que recomendable
foro lectores electrónicos. Una aclaración para uno de ellos: pude ver (y por tanto copiar, sé cómo se hace) el documental un par de semanas antes de su emisión en TVE.
Y más abrazos aún.
Postdata 3: El productor del documental
reacciona a este post. Creo que le falta humildad para encajar las críticas a una película hecha con dinero público (ya lo digo más arriba: como el resto de contribuyentes españoles, soy un accionista de su proyecto, mal que le pese). También caricaturiza mis argumentos, convirtiendo en edición normal de una entrevista lo que es un tajo salvaje, y además tergiversador de la opinión del entrevistado. Y no lo pienso yo solo. Lea si no lo que explica, con bastante claridad, uno de sus espectadores en los comentarios a este post.
Abrazos y cierre, que esto ya se ha extendido mucho. Espero que por lo menos haya servido para poner sobre la mesa, entre todos, alguna idea útil sobre este embrollado asunto.