Por sus venas corría sangre escocesa e irlandesa, dos sangres difíciles, como las tierras contra las que sus portadores tuvieron que prevalecer para sobrevivir. Una mezcla semejante, casualidad o no, a la que produjo a Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, el hombre al que interpretó en el cine y junto al que alcanzó la inmortalidad. Nunca se sabrá quién ayudó más a quién, en ese menester de alzarse como icono imperecedero: si Lawrence a O’Toole, o éste a Lawrence.
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1 comentario:
Un grande sin duda el que se ha ido, de cuando las grandes producciones tenían sabor a cine de verdad.
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