domingo, 1 de diciembre de 2013

Nómadas





Suele entenderse que la palabra nómada se aplica a aquel que no tiene casa en ninguna parte. Siempre me he sentido nómada y nunca me ha gustado esa acepción.




Prefiero entender que nómada es aquel que, felizmente exento del vínculo excluyente a un lugar, puede sentirse en casa en muchos sitios. Dondequiera que haya un banco para sentarse, por ejemplo.




Las fotos de esta entrada corresponden a Miami, adonde he regresado por segunda vez en estos días, y a Nueva York, adonde acudía por séptima u octava vez (dudo).




Por ambas paseé, en ambas me sentí bien, en mi sitio, pese al brusco contraste climatológico: en una, calor tropical, en la otra, frío polar.

Estuve defendiendo por allí mi trabajo, La marca del meridiano en español, y La flaqueza del bolchevique en inglés (The Faint-hearted Bolshevik). Siempre que uno salta a otro país empieza de cero, pero es bonita esa sensación de lo que comienza, como ya decía T. E. Lawrence, otro nómada. Tanto en la Feria del Libro de Miami como en el Cervantes de Nueva York dispuse de excelentes cómplices, a quienes va desde aquí mi gratitud.

El viaje es siempre una ocasión para el reconocimiento. Ya había paseado por esos muelles de Miami, ya había estado en Brooklyn, desde donde están tomadas las instantáneas neoyorquinas. Incluso me permití almorzar en mi restaurante brooklyniano de costumbre.




Pero siempre se descubre algo. Por ejemplo, este jardín oculto de Brooklyn Heights:




O la vista nocturna de Manhattan desde Long Island City, cortesía de mi amiga Nuria Mendoza, residente allí ahora. Por cierto, se me congeló la mano sujetando el iPhone para hacer esta foto:




Sirvan estas líneas también para celebrar el libro que sobre nómadas y escrito por nómadas acabamos de dar a luz en Playa de Ákaba:




Más detalles, por cortesía de su antólogo, Elías Gorostiaga, aquí. Espero que lo disfrutéis. En ebook lo servimos a precios anticrisis, sólo 2,99. Puedes comprarlo aquí.

Abrazos.

1 comentario:

ELIAS dijo...

Vivimos en un sociedad global y mestiza en la que se mezcla la audacia de lo arriesgado en lo nómada y la rutina acomodaticia de lo sedentario y tanto para unos como para otros, siempre la incertidumbre y la dignidad del ser humano. Este libro lo demuestra y cada día lo veo en escritores como Lorenzo Silva a quién envidio profundamente.