lunes, 30 de diciembre de 2013

Alegrías de un pequeño editor



Hace poco más de un año, Noemí Trujillo y un servidor impulsamos el nacimiento de un nuevo sello editorial, Playa de Ákaba. Nos tildaron de locos, y posiblemente tenían razón. Lanzarse a editar libros en la España de la crisis (con sus seis millones de parados y su consumo bajo mínimos) y del derecho fundamental a no pagar nunca por la cultura (ni a quienes la producen), se antoja un emprendimiento industrial de improbabilísima rentabilidad. Digamos, no obstante, que hay algo más en la vida que ganar dinero, y que los fundadores de este sello, aunque aspiramos a no arruinarnos en el empeño (ya se verá si lo conseguimos), lo que buscamos ante todo es que existan y lleguen al lector libros que nos parece que merecen la pena y que en este contexto lo tenían muy crudo para ver la luz.

Por todo ello es una gran alegría lo que muestra esta imagen:




Que un crítico reputado y atento como Andrés Ibáñez, muy respetable escritor además, escoja nuestra primera novela como la mejor de las publicadas en 2013, y lo haga con esos argumentos (pinche en la imagen quien desee agrandarla y leerlos), nos llena de satisfacción y orgullo. Apostamos por Enemigo innúmero de Carlos Soto porque nos parecía una novela valiente, brillante y diferente. No aspirábamos a ponerla en pilas en el Carrefour, y no ha sucedido. Pero quien guste de la buena literatura y se fíe del crítico podrá encontrarla, casi seguro, en la tienda de la FNAC o de El Corte Inglés más cercana. Se hará además con un volumen que merece la pena tener (una primera edición que hará historia). Los menos románticos lo podéis comprar en ebook a 1,89 euros. Creo que es todo el esfuerzo que un editor puede hacer, y creo que desde ese precio puedo reclamar respeto a los derechos de quienes trabajaron para que el libro existiera. Y quien me lo discuta, dejadme decirlo, me parece un inmoral.

Y otra gran alegría es que nuestra apuesta de estas navidades, una antología de relatos de viaje (en principio, otro género minoritario), excelentemente cuidada por Elías Gorostiaga, y con algunos de los mejores narradores del presente en España, merezca la atención que denota esta doble página de la revista Qué Leer, donde se da además voz a algunos de nuestros autores:




Para un pequeño y recién nacido editor significa mucho esta generosidad de los medios, que esperamos que conduzca al interés de los lectores. De nuevo, quien lo desee, lo tiene disponible en ebook a 2,84 euros (un eurillo más, pero es un libro más complejo y con mayor trabajo editorial detrás, y vale menos que un desayuno, con la ventaja de que dura más y deja un recuerdo mucho más hondo).

Es una buena manera de despedir 2013.  Es el momento de agradecer también el buen hacer de nuestros colaboradores, como el propio Elías, o nuestro hombre en Madrid, Lorenzo Rodríguez, o Anamaría Trillo y Efraim Suárez, que nos apoyan en otro de nuestros campos de trabajo, la gestión cultural, en este caso a través del Club de Lectura Chandler & Thompson que mantenemos en el Portal del Lector de la Comunidad de Madrid. Seguimos peleando, con la modestia que imponen nuestros medios y la adversidad que nos circunda, pero siempre con nuevas ideas. En este 2014, lanzaremos nuestro sello digital Playa de Ákaba Arnie (en homenaje al hermano pequeño de Lawrence, Arnold, su preferido y su frecuente corresponsal, y en su edad adulta catedrático en Cambridge). Ya tenemos un primer título, pero vendrán más.




Una manera de apostar por el talento que vamos encontrando, con los mimbres precarios con que hoy en día puede, en España, hacer su cesto un editor.

Que 2014 os sea propicio, o por lo menos no tan áspero como este 2013 que cerramos.

Abrazos.


jueves, 19 de diciembre de 2013

Orens y O'Toole






Por sus venas corría sangre escocesa e irlandesa, dos sangres difíciles, como las tierras contra las que sus portadores tuvieron que prevalecer para sobrevivir. Una mezcla semejante, casualidad o no, a la que produjo a Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, el hombre al que interpretó en el cine y junto al que alcanzó la inmortalidad. Nunca se sabrá quién ayudó más a quién, en ese menester de alzarse como icono imperecedero: si Lawrence a O’Toole, o éste a Lawrence. 

Leer más (en msn.es)

lunes, 16 de diciembre de 2013

Libros calentitos



La verdad, que queréis que os diga, a mí me sigue gustando recibir libros recién salidos del horno. En papel, como toda la vida. Y más si son tan hermosos como éstos:




Con todos tengo algo que ver y todos me han llegado esta semana. La tercera edición de Siete ciudades en África (y hace unos días me llamaron para decirme que acaba de encargarse la cuarta, porque ya no había stock en almacén, una alegría más que me da este librito), la traducción al griego de La marca del meridiano (primera a este idioma, y me hace ilusión que sea esta novela), la antología de relato criminal España negra (en la que participo con siete minicuentos) y el suntuoso libro que ha sacado Lunwerg con motivo del centenario del Greco, relatos de un buen puñado de buenos escritores inspirados en otros tantos cuadros del pintor. Éste es el mío:




En fin, quiero creer que son buenas sugerencias para algún regalo navideño. Espero que a alguien le sirvan como orientación, y si decide regalar alguno, que el receptor lo disfrute.

Abrazos.

martes, 10 de diciembre de 2013

Mandela, hacedor de milagros



Si se tratara de un papa, ya podrían poner en marcha la canonización exprés. Hoy hemos visto que Nelson Mandela, además de sus dotes de liderazgo que le permitieron reconducir la historia de un país que parecía abocado al baño de sangre, tiene la capacidad de provocar milagros. El primero, éste:





Seguir leyendo (en msn.es).

domingo, 1 de diciembre de 2013

Nómadas





Suele entenderse que la palabra nómada se aplica a aquel que no tiene casa en ninguna parte. Siempre me he sentido nómada y nunca me ha gustado esa acepción.




Prefiero entender que nómada es aquel que, felizmente exento del vínculo excluyente a un lugar, puede sentirse en casa en muchos sitios. Dondequiera que haya un banco para sentarse, por ejemplo.




Las fotos de esta entrada corresponden a Miami, adonde he regresado por segunda vez en estos días, y a Nueva York, adonde acudía por séptima u octava vez (dudo).




Por ambas paseé, en ambas me sentí bien, en mi sitio, pese al brusco contraste climatológico: en una, calor tropical, en la otra, frío polar.

Estuve defendiendo por allí mi trabajo, La marca del meridiano en español, y La flaqueza del bolchevique en inglés (The Faint-hearted Bolshevik). Siempre que uno salta a otro país empieza de cero, pero es bonita esa sensación de lo que comienza, como ya decía T. E. Lawrence, otro nómada. Tanto en la Feria del Libro de Miami como en el Cervantes de Nueva York dispuse de excelentes cómplices, a quienes va desde aquí mi gratitud.

El viaje es siempre una ocasión para el reconocimiento. Ya había paseado por esos muelles de Miami, ya había estado en Brooklyn, desde donde están tomadas las instantáneas neoyorquinas. Incluso me permití almorzar en mi restaurante brooklyniano de costumbre.




Pero siempre se descubre algo. Por ejemplo, este jardín oculto de Brooklyn Heights:




O la vista nocturna de Manhattan desde Long Island City, cortesía de mi amiga Nuria Mendoza, residente allí ahora. Por cierto, se me congeló la mano sujetando el iPhone para hacer esta foto:




Sirvan estas líneas también para celebrar el libro que sobre nómadas y escrito por nómadas acabamos de dar a luz en Playa de Ákaba:




Más detalles, por cortesía de su antólogo, Elías Gorostiaga, aquí. Espero que lo disfrutéis. En ebook lo servimos a precios anticrisis, sólo 2,99. Puedes comprarlo aquí.

Abrazos.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Iros todos a tomar por culo (no va por vosotros)




Llevo varias semanas sin actualizar este blog, y este año ha dejado un poco que desear, tengo que reconocerlo. Es verdad que ya no llegaba honestamente a más. Pasada más o menos la resaca de lo que ocurrió en octubre de 2012, quiero retomar el blog, y me iré aplicando en semanas sucesivas. Pero he pensado que en este espacio debería enlazar las entradas que dos veces por semana publico en msn.es, en un blog, La Mirilla, que  a fin de cuentas es hijo de éste y que a él le debe el ser. Además de las entradas propias de éste, que las seguirá habiendo. Así esto se mueve y recoge algo que no le es ajeno. Comienzo hoy con una entrada que tiene el título (agresivo, y gramaticalmente incorrecto, que encabeza estas líneas). Ahí va el primer párrafo, y el enlace:





La historia es una de tantas que vienen produciéndose en los últimos tiempos entre nosotros. Un grupo musical se prepara para lanzar un disco muy esperado por la legión de seguidores con que cuenta. Se fabrican las copias, se van almacenando para preparar con tiempo el lanzamiento, y varios días antes de que éste se produzca alguien piratea el disco y lo sube a Internet. Con lo que la primicia, en lugar de darla quien la crea, y cuando cree, la da un desvalijador cuando le da la gana a él, que para eso tiene un derecho superior sobre la creación ajena. Y el creador, a encajar una vez más el lanzazo en las costillas. (....)




martes, 17 de septiembre de 2013

Siete ciudades en África






Hoy, 17 de septiembre, se ha puesto a la venta. La próxima semana lo presento en Madrid,  y dentro de dos, en África, como corresponde. Hemos elegido al efecto Melilla, de las siete ciudades acaso aquella con la que me une una relación más intensa y especial.

Lo que el libro trata lo cuenta así el editor. Y en esta entrevista tenéis más información.

Poco tengo que añadir, para presentarlo. Puedo decir que es un libro que explora un tema que me interesa desde siempre y sobre el que tratan ya otros (El nombre de los nuestros, Del Rif al Yebala o Carta blanca), pero en este caso lo hago con un enfoque peculiar, a través de la historia de siete ciudades, fundadas, levantadas o pobladas por españoles en tierras africanas, que me permite construir el que quizá sea el más divulgativo de mis textos sobre el Marruecos español. Quien no sepa nada de aquella apasionante y por momentos tremenda historia, creo que puede situarse razonablemente en poco más de 200 páginas, con un excelente cuadernillo de ilustraciones.

Doy gracias a mis editores en este empeño, Ana Gavín e Ignacio Garmendia, por la oportunidad de contar con este hermoso libro (me refiero a su condición de objeto) en mi bibliografía.

Curiosamente, la estampa final de este libro que trata de ciudades se sitúa en despoblado, en un lugar que ya mencioné alguna vez aquí.

Es ésta:






Y al mirarla de nuevo me he acordado de tres cosas que recogí de allí, y que me he molestado en fotografiar para vosotros:






Son un trozo de una vasija (quizá fenicia, hay un yacimiento de esa época allí, bastante descuidado, todo hay que decirlo), un trozo de metralla (posiblemente de los proyectiles de los barcos españoles que bombardearon ese promontorio cuando lo ocupaban los marroquíes) y un fósil que recuerda los tiempos en que aquello era tierra sumergida. Todo tiene una historia detrás, naturalmente.

El que quiera conocerla, ya sabe dónde está.

Abrazos.

jueves, 29 de agosto de 2013

The Faint-hearted Bolshevik







It happened fourteen years ago. I received a mysterious phone call. I heard on the line a female voice with a strong accent, although she spoke very correct Spanish. She told me her name was Liudmila Sinianskaia, and added she was a Russian translator –the translator of Julio Cortázar among other classic writers in my language. She had read my novel La flaqueza del bolchevique, she said, and had found it a remarkable piece of literature that deserved to be offered to Russian readers, and not only for its –slight, actually– connection with Russian History. She told me she had already translated it, and had offered it to the prestigious Russian literary magazine Novy Mir, whose editors had agreed to publish it. She asked for my permission, offering me the sum of 100 dollars for the translation rights. It was all the magazine could afford, she apologized, and could not be transferred to my bank account due to legal restrictions to foreign payments in Russia. She would take the money with her in cash in her next journey to Spain, she assured.

I was astonished.

Notwithstanding my astonishment, I said yes. It was my first translation into a foreign language, and it was already done. It was also flattering to me that the misadventures of my poor Bolshevik (in fact, a Madrid-based investment banker in his thirties, who pretended to be some sort of revolutionary in order to impress a 15-year teenage girl) could be read by people from the country where real Bolsheviks emerged. I checked the information about the magazine, and it was indeed (it is, still) a reference in Russian culture, famous for having published, among others, the works of Solzhenitsyn. I never expected to receive the money, and this was not at all my reason for agreeing on the publication.

Nonetheless, I was paid, exactly as promised. Some months later, my phone rang again. The Russian translator was in Madrid. She had taken with her from Russia two copies of the magazine and the 100 dollars they owed me. This is how I finally met this impressive and really wise woman, who happened to be my first translator. The book, after keeping in Novy Mir its original title (Slabina Bolshevika, in Russian), was published four years later by the Russian publishing house Symposium with the title The Bolshevik Syndrome.



























Fourteen years after, the same novel opens a new way for me. In this case, the way that leads to readers in English. I have had conversations with American and British publishers and translators along this time with regard to some of my more than twenty novels, but they never ended in the practical result of having one of them published. Why, I have some ideas that perhaps this is neither the place nor the moment to deploy. Some of the translators even translated entire stories, as did John Holland, thanks to whom I was able to offer one of them in my webpage.

But it had to be again the Bolshevik who found the hole in the wall. Thanks to a brave new publishing house, Hispabooks, I may present today the English translation of La flaqueza del bolchevique, a title for which the two excellent translators, Nick Caistor and Isabelle Kaufeler, have found a beautiful English equivalent: The Faint-hearted Bolshevik. The cover opens this post and you can find more information about the book, including purchasing instructions and its first chapter, by following this link.

I am really happy with this edition, not only for being the first of one of my books in English, a language I have often enjoyed as a reader, but because of the imaginative and subtle exercise of translation made by Nick and Isabelle, who have captured the poetry that lies beyond the cynical narrative of this poor loser disguised as a winner, who lives in a world where everything has been ruined except the instinct that makes him recognize (and love) beauty and kindness.




I’d like to thank my editors, Gregorio Doval and Ana Pérez Galván, for their trust in my work and the exquisite efforts they devote to their job. Furthermore, they have proved to have good eye: their two first bets are two authors, José Ovejero and myself, who were awarded shortly after the signing of the contract the two most important literary prizes in Spain (Planeta and Alfaguara)

Let me share with you an excerpt of this beautiful translation. I hope it will invite you to read the rest of the book:

They will sentence me one day, I suppose, and it’s possible that when I resign myself to deserving it I’ll find peace. She will come at night, when I am expecting the arrival of the nightmare my faults have earned me, and suddenly she will be the happy, mysterious Rosana of our first meeting, brushing the fringe off my forehead while her pupils dilate and flood her blue gaze. She will smile and she will say my real name, the one I always hid from her, and so, in the end, the filthy Bolshevik will know that the young Grand Duchess has pardoned him.

All the best.

sábado, 24 de agosto de 2013

Decálogo



Me piden de El Confidencial que escriba un decálogo sobre cómo escribir una novela policiaca, al estilo del que dejó el recientemente fallecido Elmore Leonard.




En fin, improviso el mío, que me temo que va por otros derroteros, que no trato de comparar, y que no aspiro a que valgan para nadie que no sea yo. Faltaría más. Pero como en la variedad está el gusto, citado el del novelista norteamericano, os lo transcribo a continuación (la fuente original, aquí).


1. El primero se lo tomo prestado a Raymond Chandler: recuerda que cuando empiezas un libro igual da todo lo que hayas podido hacer antes; tu empeño te convierte en un principiante y sólo te salvará afrontarlo con pasión y humildad.

2. No intentes ser políticamente correcto ni incorrecto; pese a ser un concepto de moda, ha quedado completamente vacío y es inútil a efectos literarios. Ninguna obra vale por ofender o agradar, sino en tanto que su autor escribe lo que cree que debe sin miedo a causar uno u otro efecto, teniendo en cuenta que lo que irrita a unos complacerá siempre a otros, y viceversa.

3. Sé realista o fantasioso, como prefieras, porque eso no importa. Lo que importa es que seas coherente a la hora de elegir tus materiales narrativos (no mezcles al tuntún lo exacto con la patraña) e imaginativo a la hora de disponerlos y ensamblarlos (no te limites a levantar acta rutinaria de lo que es obvio).

4. Aplica a los personajes el imperativo categórico de Kant: no los trates como instrumentos, sino como fines en sí mismos. Cada uno de ellos, por fugaz que sea su papel, merece tener su lugar, su visión de las cosas, ser un pequeño mundo cuya historia pueda contarse. No necesariamente loable, pero sí consistente.

5. Las palabras son tu herramienta para contar: cuídalas como el artesano cuida las suyas, sabiendo que si no están bien afiladas y escogidas arruinarán la obra, y teniendo siempre en mente al elegirlas lo que quieres contar y para qué quieres contarlo.

6. El lector quiere descubrir algo que no conocía y llegar a algún lugar donde nunca estuvo. No le invites a pasear si no tienes pensado nada para asombrarle ni un destino al que conducirle.

7. El lector no quiere aburrirse: si no estás persuadido de la  necesidad de algo (ya sea un adjetivo, un personaje, un pasaje o todo un capítulo) suprímelo. Lo que no se siente como necesario conduce al aburrimiento, a la distracción y a tu fracaso.

8. El lector suele aspirar a pasar el rato, y nada hay de censurable en ese afán ni en tu esfuerzo para satisfacerle, pero le gustará más si dejas algo en su recuerdo. Siente el desafío de darle algo que trascienda lo que cuentas y que le resulte memorable.

9. El lector es, por definición, más inteligente que tú, salvo que seas tan necio como para creerte más inteligente que nadie. No intentes impresionarle con tu verbo, tu erudición o tu raciocinio, sino con tu rigor, tu imaginación y tu capacidad de llamar a las cosas por su nombre y poner en palabras lo que él ya sentía.

10. Sólo tienes al lector de hoy, y nada logras sin su complicidad, pero piensa en tu trabajo a largo plazo. Piensa en qué sumará o aportará a tu vida y a tu obra el libro que escribes, cuando lo recuerdes al final de tu camino. Ese horizonte te será más útil que pensar en la posteridad, que queda fuera de tu jurisdicción.

Abrazos.

jueves, 13 de junio de 2013

Suad







Llevo diez días queriendo hacer esta entrada, pero los viajes y las tareas se acumulan y no consigo sacar el tiempo que debería tener para hacerla en condiciones. Voy a tomar un pequeño atajo.

El caso es que la semana pasada, el día de mi cumpleaños para ser más exactos, se presentó en la Feria del Libro de Madrid, en el parque del Retiro, la novela ganadora del V premio La Brújula de literatura juvenil, Suad, de la que soy coautor junto a Noemí Trujillo. La ha publicado la editorial convocante del premio, San Pablo, cuyo equipo, por cierto, ha hecho un excelente trabajo de edición.

Fue una muy hermosa presentación, gracias a los asistentes, y en particular a los sabios y generosos miembros del jurado, un verdadero lujo (y yo estas cosas no suelo decirlas al tuntún y quienes me conocen saben que no las digo siempre, sino cuando lo siento). El lugar era también inmejorable, la ocasión más que feliz (Suad representa mi regreso a la literatura para adolescentes, al cabo de una década de estar haciendo otras cosas) y la compañía, la mejor posible. No voy a dar muchas explicaciones sobre por qué para mí ha sido una recompensa muy especial escribir y publicar este libro junto a Noemí, y que además se vea respaldado por este premio.

Noemí lo ha contado por extenso en su blog. Para evitar repeticiones, y ayudarme a consignarlo como el caso merece, os remito a él.

Y a todos los que tenéis un adolescente en casa, espero que Suad os haga algún servicio. A la adolescente que tenemos en casa nosotros le ha gustado. Y puedo asegurar que no se casa con nadie...






Ah, y quien la quiera en ebook, la tiene en el sello Tagus, de Casa del Libro, a un precio que espero que nadie considere disuasorio: 2,84 euros. Razón, aquí.


Abrazos.

martes, 21 de mayo de 2013

Historia de una novela (y de un novelista)



Conozco a Carlos Soto desde hace 33 años. Ambos fuimos alguna vez dos adolescentes que querían ser escritores y que empeñaban en ello lo mejor de su inteligencia y de sus energías. Vivíamos entonces en Cuatro Vientos, en una colonia militar situada al suroeste de la ciudad de Madrid, entre Carabanchel y Aluche, donde la mayoría de los jóvenes querían vestir el uniforme que vestían nuestros padres. Vivíamos, también, en un mundo prosaico y materialista, el de la España de los 80, cuando en este país empezó a circular de veras el dinero y muchos chavales elegían su camino en la vida teniendo en cuenta la rentabilidad de la apuesta.

Nos acostumbramos a ser percibidos como seres estrafalarios (la literatura ni siquiera tenía el glamour de otras actividades artísticas, como la música) y a perseverar en nuestro empeño en solitario y a contracorriente. Creo que con 16 años, no más, los dos supimos que nos moriríamos escritores, incluso si se daba la circunstancia, que aceptamos como bastante probable, de que nuestro trabajo jamás viera la luz ni tuviera ningún lector, aparte de familiares y allegados.




Con 20 años él regresó a su Palma de Mallorca natal, donde vive desde entonces. Yo seguí viviendo en Madrid. Nunca dejamos de mantener el contacto, pero en cierto modo nuestros caminos se bifurcaron. Yo estudié Derecho, me hice abogado, trabajé una década larga en ese oficio y en paralelo seguí escribiendo, con escasa visibilidad, hasta que en 1997 una novela mía quedó finalista del Premio Nadal, lo que me permitió iniciar una inesperada vida de escritor que acabó arrancándome de la abogacía para recorrer una trayectoria que no es el objeto de estas líneas.

Carlos Soto estudió sucesivamente Filosofía e Informática, y aunque su proverbial inconstancia como estudiante le impidió sacarse dichos títulos, su capacidad y su agudeza le permitieron empaparse de ambas disciplinas con una profundidad nada común. Por lo que toca a la filosofía, su escritura habla por sí sola. En cuanto a la informática, es lo que viene dándole de comer desde hace tres décadas.

Mientras se ganaba la vida entre ordenadores (programándolos, reparándolos y vendiéndolos), Carlos tampoco dejó nunca de escribir. La fortuna, empero, le fue esquiva, o quizá no la buscó del modo en que a la fortuna le place ser buscada (maña esta en la que, sin aventajarle en talento, quizá yo estuve más vivo, aun sin tener, la verdad, demasiada conciencia de ello). El caso es que su bibliografía hasta la fecha se reduce a La unción, una novela que en 2005 obtuvo el Premio Alfonso VIII que otorga la Diputación de Cuenca, y que fue publicada por EDAF y reseñada con interés (y algún reparo, como en él es habitual) por Ricardo Senabre.




En el cajón, Carlos Soto guarda otras muchas novelas. Ser amigo suyo no me impide, al leerle, tener la distancia necesaria para enjuiciar sus logros literarios. En sus textos siempre hay una mirada honda sobre la realidad, expresada con rara fuerza simbólica y a través de imágenes de una inusual viveza. Sus personajes son a menudo perturbadores, y la forma en que se expresan, precisa como en pocos escritores de diálogos he podido apreciar. Pero quizá no prestó, en novelas anteriores, la atención necesaria a la tarea de convertir todo eso en un relato que fluya con la amenidad y la naturalidad que demanda el lector contemporáneo. Y no me refiero a descafeinar lo que se cuenta, como alguno suele, sino a servirlo con esa falsa transparencia que quienes la hemos buscado e intentado alcanzar bien sabemos que obedece al más laborioso y endiablado de los artificios.

En su descargo, no era fácil alcanzar semejante fluidez con la materia prima de sus narraciones, que es compleja y está llena de matices infrecuentes. En La unción casi lo consiguió, y la fuerza de su prosa hizo el resto para convencer al jurado y, aunque no plenamente, al que quizá sea uno de los más insobornables y competentes críticos literarios que hay en estos momentos en España.

El relato que antecede, por cuya prolijidad me disculpo, viene a cuento porque en Enemigo innúmero, la novela que hoy llega a las librerías, publicada por el pequeño sello Playa de Ákaba, del que con este título me siento orgulloso editor, Carlos Soto lo ha conseguido. Ha plasmado su visión del mundo, rica y sutil como la de pocos novelistas que yo conozca, en un artefacto narrativo redondo, fluido y próximo, que permite una lectura en varios niveles y, lo que es más difícil, pasar de uno a otro con suavidad y placer, como si no se tratara de viajar a la trastienda más oscura del ser y de la condición humana, que es lo que al autor le viene ocupando desde siempre.




Lo que cuenta la novela, reducido a términos de sinopsis, puede ser engañoso: un tipo gordo adicto a potentes drogas se embarca en un crucero para solteros por el Mediterráneo, durante el que conoce a una serie de personajes, entre banales y absurdos, en los que, quizá por culpa de las sustancias que consume, ve toda clase de fantasmas y amenazas. Él mismo se siente una mezcla de John Black, el pasmado astronauta enviado a Marte que imaginara Ray Bradbury, y un animal sanguinario que ha de cazar seres humanos para desahogar su odio y su miedo. Una especie de cruce entre el Frankenstein de Mary Shelley (porque como la criatura de la autora británica nuestro monstruo preferiría poder creer en los humanos y amarlos) y el extraterrestre de Sin noticias de Gurb de Eduardo Mendoza, para quien lo raro es nuestro mundo; a menudo, en su estupor, el gordo llega también a alcanzar los espasmos cómicos del novelista barcelonés. Entre el thriller terrorífico (porque el monstruo mata y teme morir), la comedia bufa y la fábula metafísica transcurre esta novela que es, en el fondo y como dice su autor, una reflexión (sobrecogedora, añado yo) sobre la sustancia misma de la realidad y sobre nuestra manera de construirla y desbaratarla.


(C) Toni Salort


Voy a confesar algo: cuando leí esta novela, pensé que era demasiado buena para publicarla en una editorial mínima, como es la que regento. Recomendé su lectura a otros editores, cuyos lectores hicieron informes elogiosos de su calidad literaria, pero sembraron algunas dudas sobre su potencial comercial. Entre tanto, llevábamos ya unos meses de andadura editorial de Playa de Ákaba. Tras leer decenas de manuscritos que no nos convencían, un día, conversando con mi socia Noemí Trujillo, surgió la idea: ¿y si publicamos, como nuestra primera novela, Enemigo innúmero?

Se lo sugerimos a Carlos y se mostró encantado con la posibilidad. Quiero, en estas líneas, agradecerle la confianza, que como editores no nos debe, a pesar de la amistad, para traer al mundo una novela de este calibre y que para él es tan importante, en tanto que viene a condensar sus tres décadas de oficio literario. A nosotros, pequeños editores habituados a vivir en territorios que los grandes evitan, no nos asusta el hecho de que pueda ser un libro para unos pocos lectores, aunque, después del trabajo que ha hecho el autor sobre el manuscrito, recogiendo entre otras las observaciones recibidas de otros editores y las que nosotros le hicimos, creemos que ha logrado una narración que puede leer y disfrutar todo lector que tenga un mínimo de inquietud y curiosidad, con el placer añadido de zambullirse en una obra singular, que no sigue ninguna moda ni es servil de ninguna fórmula de éxito sino que busca (venturosamente) su propia vía. Y si vienen muchos a sumarse al festín, estamos en condiciones de atenderlos.

Ahora, comentamos quienes hacemos Playa de Ákaba, tenemos un problema: encontrar una segunda novela que mantenga el nivel de nuestra colección de narrativa. Seguimos en la búsqueda, con el estímulo que da saber que hay formidables autores que están ahí, aguardando a que alguien los descubra.


Nota: La novela sale hoy a la venta en librerías. En pocos días esperamos tener disponible el ebook, a 1,99 euros (aunque confiamos en que unos cuantos de los que lo lean así querrán poseerlo luego en papel y, si su poder adquisitivo se lo permite, claro está, lo comprarán). Para más información, sobre ambos formatos, la página de Playa de Ákaba. Y si quieres leer el discurso del autor el día de la presentación en primicia en Palma de Mallorca, que no tuvo desperdicio, está en nuestro blog.

Abrazos.